El 3 de febrero de 1943 la URSS informó de que el Sexto Ejército (al mando de Friedrich von Paulus) había sido derrotado una jornada antes. Así se dio por finalizada la batalla de Stalingrado
David Glantz, autor de «A las puertas de Stalingrado» («Desperta Ferro», 2017) desvela a ABC las claves que provocaron la mayor humillación de la Alemania nazi
Por Manuel P. Villatoro/ABC Historia
«Cuando los nervios fallan no hay otra solución que decir: “No puedo más” y matarse, Tenía el deber de suicidarse». Las palabras que Adolf Hitler dedicó a la actuación de Friedrich von Paulus (al frente del Sexto Ejército) tras conocer su capitulación ante los soldados de la URSS en el invierno de 1943 fueron de un desprecio total. No en vano, poco antes le había exhortado a combatir hasta el último hombre contra los «rojos» otorgándole un ascenso envenenado a mariscal de campo. «Ningún mariscal alemán se ha rendido jamás ante el enemigo», le espetó tras comunicarle la buena nueva. Sin embargo, el oficial optó por romper aquella tradición a sabiendas de que su muerte sería inútil. No le faltaba razón, pues su arriada de bandera significó la derrota definitiva de las fuerzas nazis que sitiaban Stalingrado. Una humillación que el Camarada Supremo dio a conocer el 3 de febrero de ese mismo año.
De origen burgués (el «von» lo incluyó él mismo en su apellido), este oficial sufrió en Stalingrado una de las derrotas más sonadas de la Segunda Guerra Mundial y se ganó el odio de los mandamases del Tercer Reich. Y todo, poco después de ser catapultado hasta la cúpula del Sexto Ejército tras la muerte de Walther von Reichenau -famoso por su crueldad a la hora de tratar a los prisioneros en su poder-.
De Paulus se dijo que le faltaba poder de decisión, que era un cobarde y que había dejado morir a sus hombres. La realidad, no obstante, es que logró defender su posición durante meses ante un contingente superior de soviéticos que le cercaban mientras el hambre y el frío menguaban a sus soldados. Al menos, así lo explicó el mismo militar en un despacho enviado al Grupo de Ejércitos y al Alto Mando: «El valor combativo de la tropa decrece rápidamente debido a la falta de provisiones, de combustible y de munición. Dieciseismil heridos carecen de los cuidados necesarios. […] Síntomas evidentes de desintegración».
Así lo afirma también a ABC el versado historiador David Glantz, autor de «A las puertas de Stalingrado», el primer tomo de una tetralogía editada por «Desperta Ferro» que marcará un antes y un después al suponer uno de los documentos más exhaustivos y fehacientes sobre la batalla. A su vez, el autor señala que, tras el cerco, von Paulus traicionó a Hitler y trabajó para el comunismo de Stalin: «Disgustado por el trato que le dio Hitler, Paulus, su jefe de gabinete, el general Schmidt y al menos uno de sus comandantes de cuerpo (von Seidlitz) se unieron y dirigieron el movimiento antihitleriano patrocinados por la Unión Soviética».
Inicios de «Barbarroja» (Junio de 1941 – octubre de 1941)
Después de meses de preparativos, la «Operación Barbarroja» (llamada así en honor de Federico I), se inició el 22 de junio de 1941. Aquel día, 152 divisiones alemanas divididas en tres Grupos de Ejército se lanzaron de bruces contra el Ejército Soviético. De esta guisa se inició lo que Hitler denominó «la cruzada europea contra el bolchevismo». Según señala el popular historiador Antony Beevoren su obra «Stalingrado», «a las 3:15 hora alemana, comenzaron los primeros cañonazos». El asalto atrapó por sorpresa a los hombres de Stalin. «Los puentes sobre los ríos fueron tomados antes de que reaccionaran los guardias fronterizos de la NKVD. Las familias de los guardias que vivían en los puestos fronterizos murieron con ellos», añade el autor.
Junio de 1941, tanques avanzando hacia Rusia tras el inicio de «Barbarroja»-ARCHIVO FERNÁNDEZ XESTA
La «Luftwaffe» fue decisiva en esta jornada, pues abrió camino a los militares de tierra atacando objetivos clave como aeródromos, divisiones soviéticas de carros de combate y posiciones defensivas enemigas. Este ataque sorpresa permitió a la fuerza aérea nazi acabar con 1.200 aviones soviéticos en los primeros momentos de la operación, y 800 más en las siguientes 36 horas.
Todo ello, mientras las unidades mecanizadas germanas volvían a demostrar su efectividad al avanzar unos 1.200 kilómetros en apenas tres meses. Estas victorias iniciales hicieron que el popular general Halder llegase a afirmar que la URSS no tardaría en capitular bajo la bota germana: «Uno ya puede decir que la tarea de destruir la masa del Ejército Rojo se ha cumplido. Por tanto, no exagero al señalar que la campaña contra Rusia se ha ganado en 14 días».
Naufragio (Octubre de 1941 – mayo de 1942)
Sin embargo, aquellas rápidas victorias no fueron más que un espejismo. De los tres ejércitos germanos destinados a la conquista (Norte, Centro y Sur), tan solo el segundo logró avanzar de forma efectiva por el territorio ruso en dirección a Moscú. De hecho, Hitler se vio finalmente obligado a detener el asalto masivo hasta que el frente quedó equilibrado el 2 de octubre. Para entonces ya era demasiado tarde y el invierno cayó, como ya sucediera con las tropas de Napoleón, sobre los ejércitos germanos. «A finales de diciembre, la “Wehrmacht” sufriría más de 100.000 casos de congelamiento, 14.000 de los cuales acabarían requiriendo la amputación de algún miembro», explica el popular historiador y periodista Jesús Hernández (autor del blog «¡Es la guerra!») en su obra «Breve historia de la Segunda Guerra Mundial».
El retraso en la ofensiva supuso un duro golpe para los intereses nazis. Sin embargo, El megalómano Hitler optó por no detener el avance y enviar a sus hombres a la conquista de Moscú… en pleno invierno. Al final, el frío, las tropas de refresco soviéticas y una gran ataque de las tropas de Stalin a comienzos de diciembre provocaron que el asalto germano se detuviese en seco.
Un soldado alemán descansa, junto a su arma, durante el cerco de Leningrado-ARCHIVO ABC
En los meses siguientes, el Ejército Rojo llevó a cabo una serie de insistentes ofensivas que no lograron romper las líneas de los alemanes, a quienes les fue prohibido retroceder por orden del mismísimo «Führer».
En principio la guerra quedó igualada en lo que se refiere a la posesión de las ciudades más destacadas del país. Y es que, Moscú y Stalingrado permanecían relativamente libres de peligro (aunque en el punto de mira germano) mientras que, por su parte, Leningrado seguía asediada. Con todo, en mayo Stalin ordenó a sus hombres prepararse para la defensa, pues sabía que la subida de las temperaturas significaba un nuevo ataque. Acertó de pleno, pues Hitler había decidido cambiar de estrategia y dirigir en esas fechas sus panzer hacia la urbe que llevaba el nombre del Camarada Supremo.
Muerte helada (Mayo de 1942 – noviembre de 1942)
Con la llegada del verano de 1942 Hitler ordenó que se reanudaran los avances. Aunque, en este caso, el protagonismo lo adquirió el Grupo de Ejército Sur. Este fue dividido en dos unidades: el Grupo de Ejército A y el Grupo de Ejército B. Cada uno con órdenes de avanzar, respectivamente, sobre los pozos petrolíferos del Cáucaso y Stalingrado. La decisión no pudo ser peor, pues el líder germano redujo todavía más sus fuerzas en lugar de concentrarlas para aplasta al enemigo. «La estrategia era totalmente demencial», explica Ian Kershaw, uno de los biógrafos más destacados del «Führer». Por su parte, Stalin respondió con la sangrienta Orden 227, según la cual todo aquel que se retirase sería fusilado en pleno campo de batalla. Así, dejó claro que no había a dónde retirarse.
«El primer grupo encontraría en su camino dificultades de suministro de combustible, por lo que se ralentizó la marcha a la espera de que llegasen nuevos suministros. Además, las laderas de las abruptas montañas del Cáucaso, bien defendidas por tropas locales, se demostraron como una barrera casi insalvable para los vehículos», añade Hernádez en su obra. Quizá fue entonces cuando la locura de Hitler llegó a su cenit. Y es que, harto de que sus panzer no recorriesen kilómetros y kilómetros a marchas forzadas, destituyó al oficial al mando del Grupo de Ejército A… ¡Y dirigió él mismo a estos hombres desde Alemania! Por otra parte, ordenó al Sexto Ejército (que formaba parte del Grupo de Ejército B y estaba a las órdenes de Friedrich von Paulus) tomar Stalingrado.
Stalingrado. Agosto de 1942. Soldados alemanes durante la batalla de Stalingrado-ARCHIVO ABC
La tarea no era sencilla, pero la confianza de Hitler en Paulus (un oficial de carrera que usaba el «von» en su apellido para ocultar su origen paupérrimo) era total. No en vano había sido uno de los ideólogos de la «Blitzkrieg» nazi y había demostrado sus arrestos en campañas como la de Polonia o Bélgica. A principios de septiembre, este oficial tenía ya rodeada Stalingrado. Sin embargo, lo que no sabía es que se iba a enfrentar a una defensa a ultranza en la que el frío, el hambre y la desesperación iban a provocar la desmoralización total de un ejército (el alemán) acostumbrado a las victorias rápidas sobre el enemigo. En los siguientes meses las ofensivas del Sexto Ejército fueron inútiles y, mientra que los soviéticos contaban con refuerzos constantes llegados de todo el país, las tropas de los invasores comenzaron a menguar drásticamente.
Stalingrado fue la tumba helada del nazismo. Una obsesión para un «Führer» a quien sus generales le recordaban día tras día las paupérrimas condiciones en las que vivían sus hombres. Sin embargo, Hitler no cedió ni un milímetro. Para él lo primordial era conquistar aquella urbe. Y así se lo hizo saber a Paulus, a quien le prohibió retirar su cerco. Un error fatal, pues el germano únicamente contaba con los refuerzos de las poco fiables tropas rumanas e italianas. «Cada vez más superado por los acontecimiento, el 11 de noviembre Paulus lanzó su última ofensiva en Stalingrado, poniendo el liza todas sus reservas, pero esta sería rechazada de nuevo por los defensores rusos. Los alemanes habían jugado su última carta y habían perdido», completa Hernández.
El cerco (Noviembre de 1942 – febrero de 1943)
La odisea germana empezó en noviembre de 1942, mes en que el Sexto Ejército había pasado ya a la defensiva en el frente de Stalingrado. El día 19 comenzó la «Operación Urano», una misión mediante la que el Ejército Rojo rodeó la ciudad para «embolsar» a sus defensores y lograr que se rindiesen. Lo cierto es que los hombres de Stalin lograron completar su objetivo en pocos días al atacar los puntos clave de las defensas nazis (la mayoría, defendidos por tropas rumanas). «El 23 de noviembre, los rusos procedentes tanto del norte como del sur arrollaron por completo a los rumanos y convergieron sobre un puente que atravesaba el río Don en Kalash, que era la línea de comunicación y abastecimiento del ejército de Paulus. […] En el interior habían quedado aislados 300.000 hombres», explica el autor del blog «¡Es la guerra!».
A partir de este momento comenzó el calvario de las tropas nazis. El Sexto Ejército de Paulus se vio rodeado por tropas soviéticas sedientas de sangre. ¿Qué hizo Hitler? Lejos de ordenar a sus hombres la retirada, instó al oficial a defenderse afirmando que les suministrarían alimentos, munición y ropa de abrigo mediante la «Luftwaffe» mientras se mandaban tropas para romper el cerco. La promesa era totalmente falsa, pues de las 700 toneladas diarias de material que prometió hacer llegar a los defensores el pomposo Goering (líder de la fuerza aérea nazi) apenas logró enviar 100.
Un mortero pesado alemán haciendo fuego contra las posiciones soviéticas de Stalingrado. (enero de 1943)-ARCHIVO ABC
Con todo, Hitler no dudó y ordenó a Erich Von Manstein ponerse al frente de un contingente mecanizado de ruptura. Una fuerza que se las vería con los rusos, que se habían atrincherado en las afueras de Stalingrado para evitar que nadie reforzara a los supervivientes que resistían en el interior. Mientras las tropas de auxilio se dirigían hacia Stalingrado, los defensores de la ciudad sufrieron todo tipo de penurias. Entre otras tantas, la muerte por congelación debido a las bajas temperaturas (de hasta 25 grados bajo cero), la falta de alimento (pronto se acabaron hasta los caballos) y la escasez de combustible para los carros de combate.
Mariscal von Paulus
La situación era tan precaria que muchos soldados alemanes prefirieron suicidarse a permanecer un día más allí. Los más avispados, por el contrario, se hirieron levemente para solicitar ser llevados a retaguardia en avión.
Durante los meses que duró el cerco la situación se tornó en un esperpento. Hitler se negó en rotundo a que el Sexto Ejército se retirase (Manstein no tenía órdenes de crear un corredor que permitiera escapar a los sitiados, sino de reforzarles) y ascendió a Paulus a mariscal el 30 de enero para evitar que se entregase y hacer que, llegado el momento, se suicidase. Sin embargo, el militar germano desobedeció a Hitler y terminó capitulando ante los soviéticos. Por su parte, Manstein no pudo cumplir su objetivo. Un verdadero desastre para los intereses del nazismo. La derrota se hizo pública el 3 de febrero, cuando se desveló «el fin de la batalla de Stalingrado».
«Paulus había demostrado que era un oficial capaz»
1-¿Paulus era el oficial más apropiado para liderar el ataque a Stalingrado con el Sexto Ejército?
El general Paulus era ciertamente un comandante capaz que había tenido un buen desempeño en la guerra y era respetado por el Alto Mando alemán y por sus compañeros. La crítica que existió fue generada por su actuación en Stalingrado y, en particular, por su decisión de rendirse. Gran parte de esta crítica llegó de altos oficiales que intentaban evadir la responsabilidad por la pérdida del Sexto Ejército o que compartían la ideología de Hitler. Pero, en retrospectiva, es imposible decir si otro general alemán se hubiera desempeñado o no mejor que Paulus.
2-¿Fue la conquista de Stalingrado una obsesión imposible para Hitler?
Sí, se convirtió en una obsesión virtual después de que Hitler añadiera la ciudad a su lista de objetivos a fines de julio de 1942. Tras ello, Hitler asignó al Sexto Ejército la misión de tomar la ciudad, a tiempo y a toda costa. El problema fue que el “Führer” le proporcionó a Paulus recursos inadecuados para hacerlo. Así, en el camino a Stalingrado a principios de agosto, Hitler tuvo que reforzar el avance del Sexto Ejército con parte del Cuarto Ejército Panzer para aplastar a la resistencia soviética en la «Gran Curva del Río Don.»
Una vez en Stalingrado, a principios de septiembre, la insistencia de Hitler en capturar la ciudad obligó a Paulus a concentrar su ejército y a luchar dentro de la urbe. A partir de entonces, mientras continuaban los intensos combates, Paulus no tuvo más remedio que reemplazar divisiones quemadas en la lucha (generalmente después de aproximadamente siete días) con nuevas divisiones de otros sectores del frente del Sexto Ejército.
Paulus, en Stalingrado
Al final, esto obligó a Hitler a permitir que los ejércitos de sus aliados del Eje (italianos, rumanos y húngaros) asumieran la responsabilidad de defender grandes sectores del frente, especialmente a lo largo del río Don, al norte de Stalingrado, y en el llamado distrito de los lagos al sur de la ciudad. Como estos ejércitos eran mucho más débiles que sus contrapartes alemanas, eran menos capaces de resistir las constantes contraofensivas soviéticas. Los rusos se dieron cuenta de este hecho a mediados de octubre y planearon sus movimientos en consecuencia.
La obsesión de Hitler por capturar la ciudad desangró al Sexto Ejército de Paulus y, a mediados de noviembre, provocó que apenas contara con una infantería inadecuada, cuatro divisiones panzer que eran lamentablemente débiles en términos de tanques, y sufriera una escasez de municiones y combustible que paralizaron las operaciones alemanas. Lo peor de todo es que, cuando el Sexto Ejército estuvo cercado por la contraofensiva soviética a mediados de noviembre, no solo carecía de la fuerza para romper el cerco y conseguir la libertad por sus propios esfuerzos, sino que Hitler también le prohibió hacerlo.
3-Paulus fue acusado de cobardía por no romper el cerca soviético. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
Enfáticamente, no. De hecho, Paulus y sus comandantes de cuerpo desarrollaron dos planes separados para romperlo (el nombre en clave de la operación era “Donnerschlag”). Pero ambos planes requerían refuerzos del exterior porque el Sexto Ejército carecía de suficiente combustible, municiones y tanques para romper el cerco y conectar con una fuerza externa por sí mismo.
Posteriormente el mariscal de campo von Manstein organizó una partida de socorro formada por los XXXXVIII y LVII Cuerpos Panzer a principios de diciembre. Sin embargo, el XXXXVIII Cuerpo Panzer fracasó el 13 de diciembre, y el LVII Cuerpo Panzer el 20 de diciembre.
Lo peor de todo es que, cuando el LVII Cuerpo Panzer llegó a 40 kilómetros de Stalingrado el 20 de diciembre, ni Hitler ni Manstein ordenaron la ruptura del cerco de Paulus. El propio Paulus se negó a moverse sin esta orden y evaluó, correctamente, que el LVII Cuerpo Panzer no podría avanzar más.
Von Manstein, encargado de reforzar al Sexto Ejército de Paulus
Casi confirmando esta decisión, el 24 de diciembre la Segunda División de Guardias del Frente Sur Soviético, y el 51 Ejército del Frente Sur Soviético lanzaron una ofensiva propia contra el LVII Cuerpo Panzer a lo largo del río Myshkovo que derrotó a los alemanes.
Después de estos ataques, Manstein se negó fervorosamente a darle a Paulus la orden de romper el cerco que solicitó y, añadiendo un insulto a esta injuria, alteró sus memorias (publicadas en 1958) para echarle la culpa a Paulus. Estas «alteraciones» incluyen colocar la fecha de la ofensiva del Frente Sur el 26 de diciembre (dos días después de que realmente ocurriera). Otros errores importantes (¿mentiras?) en las memorias de Manstein incluyen la afirmación de que Paulus solicitó permiso para entregarse el 24 de enero sin mencionar el hecho de que Paulus había solicitado «libertad de acción» para su ejército el 19 de enero, pero Hitler lo había negado.
4-¿Era Paulus un buen general o un oficial incapaz?
Paulus había demostrado previamente que era competente y capaz de mandar.
5-¿Qué significaba que un mariscal alemán se rindiera?
Debido a que, presumiblemente, ningún mariscal de campo alemán se había rendido ante un enemigo, Hitler ascendió a Paulus a ese rango para asegurarse de que lucharía contra sus soldados hasta «su muerte» y de que se suicidaría en lugar de rendirse. Paulus, al darse cuenta del destino que sufrirían sus soldados, les concedió permiso para marcharse si era posible, pero finalmente se rindió para poner fin a su sufrimiento.
«Hitler ascendió a Paulus a ese rango para asegurarse de que lucharía contra sus soldados hasta «su muerte»»
6-¿Qué condiciones tuvo que resistir el Sexto Ejército Alemán en su intento de sobrevivir en la «Bolsa de Stalingrado»?
Las condiciones eran simplemente atroces. Las temperaturas estaban muy por debajo del punto de congelación; la nieve era frecuente; la “Luftwaffe” de Goring apenas proporcionaba menos del 10 por ciento de los suministros (comida, municiones, combustible y armas) que él y Hitler habían prometido que podrían transportar por vía aérea; el terreno estaba congelado y abierto; no había árboles con los que cubrirse u obtener leña para hacer fuego; la falta de comida tenía a los soldados alemanes muertos de hambre y débiles, y la falta de combustible y municiones impedía una defensa adecuada y un intento de romper el cerco creíble. De hecho, después del 24 de diciembre la misión principal del Sexto Ejército se convirtió en luchar y morir intentando acabar con los seis ejércitos soviéticos que le rodeaban.
7-¿Paulus colaboró con Stalin después de ser capturado?
Sí. Disgustado por el trato que le dio Hitler, Paulus, su jefe de gabinete, el general Schmidt y al menos uno de sus comandantes de cuerpo (von Seidlitz) se unieron y dirigieron el movimiento antihitleriano patrocinados por la Unión Soviética. Después de eso, se establecieron en la Alemania Oriental.
Francamente, después de observar el sufrimiento de los soldados del Sexto Ejército, no los culpo. Sin embargo, a pesar de la cooperación de Paulus, el siempre vengativo Stalin se aseguró de que pocos de los supervivientes del Sexto Ejército alguna vez regresaran a Alemania.