Por Inés García Nieto
Con un poco más de frío, con el colorido de los foquitos de las series para adornar los frentes de las casas, los árboles y los nacimientos, sabemos que llegó la época de enviar tarjetas de navidad a familiares y amigos que viven en otros estados, en otros países, en otros continentes.
En todas las ciudades del país hay una oficina de Correos donde puedes adquirir una estampilla filatélica en 7 pesos, e incluso comprar una tarjeta de navidad, para luego escribir tu nombre, tu dirección y posteriormente los datos del destinatario q quien le deseará todo lo bueno en la vida que se traduce en dos palabras: paz y felicidad.
Dice la canción mixteca “que lejos estoy del suelo donde he nacido, inmensa nostalgia invade mis pensamientos…” pero para que la tristeza no invada a tu ser querido, envíale palabras de amor y de esperanza con una bella imagen de invierno impresa en una tarjeta postal.
Te acuerdas cuando hace unos 15 años atrás en nuestra puerta se escuchaba el silbido del cartero y salías corriendo a ver quien enviaba la carta o la tarjeta postal? Antes de recibirla pensabas en tu padre, hermano o madrina, quien con su puño y letra te relataba las buenas nuevas.
Antes cuando el recibo del teléfono sólo llegaba en fechas específicas y entonces el cartero silaba en tu puerta, tu suponías quién podría ser. Después alcanzabas a ver el tipo de letra, el remitente y el lugar de dónde procedía.
¡Cuánta emoción al ver el blanco y pequeño papel! La carta era entregada al destinatario y este con toda la calma del mundo rasgaba el sobre con cuidado. Se sentaba y leía en silencio, luego el mensaje era transmitido quienes le rodeaban, si así lo consideraba pertinente.
Diciembre era el mejor mes para que los hombres y las mujeres del mundo, pues los que estaban lejos se tomaban su tiempo para enviar tarjetas de navidad a sus amigos y familiares. Es más, era la época en que las tarjetas se compraban por medio ciento o docena. En la imagen siempre sobresalía el árbol con luces, esferas y serpentinas; la estrella de Belem alumbrando un desierto, los ángeles, el pesebre donde se supone nació el hijo de Dios; María y José en un asno rodeados de borregos y vacas; los tres Reyes Magos procedentes de Oriente que caminaban guiados por una estrella, a veces solo se veía tres esferas, las ramas de un pino y un colorido listón atravesando la parte superior de la tarjeta. Abajo: Que el amor y la paz de Dios esté con ustedes o simplemente Feliz y próspero año nuevo.
Felices años aquellos donde la comunicación era más directa y más cálida, y los destinarios podían tener la tarjeta a la vista de todos, e incluso con ella adornar el enorme y oloroso árbol de navidad.
2011 es buen año para rescatar tiempo de la rutina, la vida robotizada y agitada de estos tiempos, y resucitar la hermosa tradición de mandar tarjetas de navidad a familiares y amigos que están lejos de nosotros, pero dentro de nuestro corazón.
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