Por Eduardo Camarena/El Universal
¿Qué faltó para dar el gran paso? Esa es la pregunta frecuente y repetida que los aficionados se hacen entre sí para encontrar una respuesta convincente que explique por qué perdió la Selección ante Holanda.
Seguramente, mejor manejo del partido en los minutos finales, tener el balón más tiempo en su poder y lo más lejos posible de propia portería y aprovechar las oportunidades que se generaron frente al arco rival.
México se echó para atrás antes de tiempo, dicen algunos “expertos” ante las cámaras de televisión, aunque parece que en realidad, la reacción de los holandeses fue lo que provocó el repliegue.
Miguel Herrera no debió sacar a Giovani para meter a Aquino, argumentan otros con voz absolutista, cuando la idea del entrenador era lógica y congruente de buscar salida clara y veloz por el costado derecho.
El penalti de Márquez a Robben no existió y nos robaron, claman muchos más en tono de protesta, sin considerar que sí existen elementos reglamentarios para señalar la pena máxima en esa jugada, que es totalmente discutible.
Desde luego, está claro que se necesitó algo más para ganar.
Es más fácil explicarlo con estas analogías. Faltó el golpe definitivo que le significó a Julio César Chávez el espectacular nocaut sobre Meldrick Taylor, en los últimos segundos de aquella pelea de 1990. La concentración y precisión de Joaquín Capilla para superar por tres centésimas de punto al estadounidense Gary Tobian, en el último clavado, y ganar la histórica medalla de oro en los Olímpicos de Melbourne 1956.
La fuerza y resistencia de Daniel Bautista para soportar la presión y llegar en primer lugar en la prueba de caminata de 20 kilómetros en Montreal 76, para alcanzar la proeza de ganar presea áurea.
Estos hechos concretos ya se consumaron, son intangibles y forman parte de un pasado glorioso, pero se pueden trasladar y repetir en el futbol, como lo demostraron las selecciones Sub-17 en Perú 2005 y México 2011, además de la Olímpica en Londres 2012, el mejor ejemplo de que en el futbol, también es posible lograrlo.
Es tarea de los dueños del balón, ahora, modificar radicalmente situaciones que no ayudan al crecimiento integral del futbol y del futbolista mexicano y que, al contrario, lo frenan. Es necesario reducir el número de extranjeros para darle más oportunidades al talento nacional; erradicar el “Pacto de Caballeros” y dejar que entre a México la legislación internacional en materia de transferencias.
Limitar al máximo el marco de acción de los voraces “promotores” que sólo buscan su beneficio particular con la complicidad de los directivos que permiten la imposición de jugadores en sus clubes. El futbol mexicano debe estar por encima de la insaciable codicia de Carlos Hurtado, Guillermo Lara, Greg Taylor y otros más.
Es imprescindible que la Selección mayor se prepare de la mejor manera, jugando partidos contra los rivales que más le convengan y no ante los que le generan más provecho a Soccer United Marketing, la compañía que maneja los derechos del Tri en Estados Unidos.
El futbol mexicano necesita que lo deportivo prevalezca sobre lo económico y entender que si se trabaja bien, las ganancias serán mayores.
Ojalá que esta actuación notable, pero inconclusa de la Selección aquí en Brasil no provoque que se olvide la forma como se calificó al Mundial y los graves errores cometidos por los directivos. Ojalá que este escenario haga reflexionar a quienes deciden en el futbol mexicano, de que es necesario, indispensable y vital, un verdadero cambio.
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