Por Enrique López Contla
No fue penal, además el clavado fue como los de Paola Espinosa…
¿Cuántos memes has visto en los últimos días con el famoso “no fue penal”? Ya lo pusieron en todos lados y, como buenos mexicanos, volvimos a reírnos de “nuestra desgracia”.
¿Por qué lo hacemos?, ¿por qué somos así? Porque, estarás de acuerdo, al final de cualquier cosa casi siempre buscamos el chiste, la risa o de plano la carcajada.
Los chistes de velorio son tan famosos como los chistes que hacemos de políticos brutos o corruptos, pero si pensamos un poco, veremos que tenemos un sentido colectivo de humor que suele rayar en la tragedia. ¿Por qué no reír en vez de llorar? ¿Será que le tenemos miedo al dolor? La respuesta fácil es decir que ocupamos a la risa como bálsamo, como alivio, y puede ser, pero quitar el dolor no significa que acabamos con la enfermedad, si acaso, aplacamos las molestias, pero no acabamos con la enfermedad.
Los psicólogos le llaman procastinar, los terapeutas postergar, evadir. Coloquialmente: le sacamos. Somos capaces de casi todo con tal de no confrontar lo que nos duele, lo que no nos gusta o lo que nos cuesta trabajo. Cuando le sacamos a algo, buscamos la forma de darle la vuelta, de pasárselo a alguien más, de hacernos tontos.
Al final de cuentas, el problema es de actitud. Cuando aprendemos que en verdad vale más una colorada que mil descoloridas, nuestra vida fluye con mucha mayor ligereza. Nos sentimos mejor con nosotros mismos y la calidad de nuestras relaciones con quienes nos rodean mejoran sensiblemente.
“En el primer momento estaba furioso con el árbitro, -dijo Miguel Herrera, ‘El Piojo’, refiriéndose al partido que México perdió contra Holanda-, pero después, sin la euforia del juego y el dolor de la derrota, tengo que reconocer que la culpa fue nuestra, los errores los cometimos nosotros, y ni hablar, así es el fútbol”. Agarró al toro por los cuernos. Levantó la cara y así, con todas sus letras lo dijo frente a todos. Y la mayoría se lo agradecimos. Agradecimos no la derrota, esa nos dolió a todos. Agradecimos la entereza y el valor de reconocer y dar la cara. Afrontó. Encaró. Asumió. No procastinó, no postergó ni evadió, vamos, no le sacó.
Hoy bromea en las entrevistas, cuenta anécdotas, sigue reconociendo el trabajo del equipo y, seguramente, duerme muy tranquilo y en paz con él mismo. Después de todo, sólo una cosa es segura: No fue penal.
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