Por Ramón Rodríguez Rangel
Murió Luis Echeverría Álvarez, ex presidente de la República, genocida del México del 68 y la “Guerra Fría”, falleció a los 100 años cuando ordenó el asesinato de cientos de jóvenes que no llegaron ni a sus 20 años en la explanada de Tlatelolco, que es testigo mudo del poder ejercido arbitrariamente, ilegalmente y totalmente deshumanizado.
Luis Echeverría no solo en el 68 cuando se desempeñó como Secretario de Gobernación y coordinador de la política interior del país, como Presidente de la República, ordenó la persecución, tortura y desaparición de centenares de personas, sobre todo a jóvenes que buscaban un cambio democrático en el país, un México con mayor justicia y oportunidades para todos, el viejo sistema político ahí se empezó a desquebrajar.
Luis Echeverría muere en 9 de julio, en un aniversario más precisamente del golpe perpetrado a Excélsior, que lo fue a una de las últimas resistencias de libertad de expresión, el presidencialismo en México en toda su magnitud.
No obstante de ser un genocida, todavía tuvo el cinismo de buscar el “Premio Nobel de la Paz”, la historia lo juzgará severamente, ningún infierno le podrá bastar como castigo a quien sintiéndose Dios, dispuso de vidas humanas por sus intereses políticos.
La gestión de Luis Echeverría en Gobernación con Gustavo Díaz Ordaz y en la presidencia de la República, muestra el rostro extremo del poder sistémico que no obedece a ninguna racionalidad ética, solo funcionalista, el objetivo; su perpetuación a cualquier costo.