En el evangelio de este domingo, Jesús cuenta que un padre envió a sus dos hijos a trabajar. Uno dice que sí va; pero se escapa y no lo hace. Otro dice que no quiere ir, pero recapacita y hace lo que el padre le pide. Y Jesús, que invento esta historia para quienes se oponían a su enseñanza, pregunta: “¿Cuál de los dos hijos hizo la voluntad del padre?” .La respuesta era clara. “El segundo” fue quien hizo lo correcto.
El seguimiento de Jesús se juega en la práctica. La parábola es una exhortación a la conversión, a hacer la voluntad de Dios. Las teorías y las palabras son solo eso: ideas y palabras. Lo interesante son los hechos. Los auténticos creyentes, hoy y siempre, son quienes hacen vida el Evangelio de Jesús. El ideal no es decir «no» y luego “sí”; o «sí» y luego “no”. El ideal es decir «sí» con convicción y ser consecuentes y coherentes en la vida.
Podemos decir que mientras estemos vivos, hay oportunidad de recapacitar y de reorientar la vida. Pero no por esto hay que esperar el último momento, porque no sabemos el día, ni la hora (cfr. Mt. 24, 26). De hecho, tenemos que comenzar por buscar la voluntad de Dios, por abrirnos a la voz de Dios para poder ser fieles al Señor y a los demás.
La virgen María es ejemplo de fidelidad al plan de Dios, cuando pronunció el Sí al anuncio del Angel Gabriel, quien le hizo saber la voluntad de Dios. María fue fiel, porque supo buscar el sentido profundo del plan de Dios para ella y para la humanidad, cuando el Angel le anunció: vas a concebir y a dar a luz un hijo. Y ella preguntó: ¿Cómo sucederá esto?
Acogió luego con amor el proyecto de Dios dando un SI claro y generoso, manifestado en actitud de acogida y aceptación de la voluntad de Dios. María acepta el misterio, le da un lugar en su corazón; por ello dice el Evangelista que “María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19; cf. ib. 3, 15). Y María manifestó su fidelidad al Señor con una vida coherente, viviendo de acuerdo con lo que creyó y aceptó. Buscó siempre ajustar su vida a la voluntad de que Dios. Respondió con un SI generoso que sostuvo a lo largo de toda su vida.
Por último, estas lecturas son un nuevo llamado a la humildad; a no creernos totalmente convertidos, ni suficientemente “sabios”. Nos invitan a sabernos necesitados de Dios, y a tener actitud de conversión permanentemente. Tampoco hay que sentirse totalmente seguro: “El que crea estar en pie, cuide de no caer” (1Cor. 10, 12).
En la Segunda Lectura San Pablo nos enseña hasta dónde llega la humildad de Jesús, a quien debemos tratar de imitar: “El, a pesar de ser Dios, nunca hizo alarde de su condición divina, sino más bien se rebajó a sí mismo, se hizo semejante a los hombres … se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”. Nada hagan por espíritu de rivalidad ni presunción; antes bien por humildad. Tengan los mismos sentimientos que tuvo Jesús. (Flp. 2, 1-11).
+ Juan Navarro Castellanos
Obispo de Tuxpan
PERSEVERAR EN EL CAMINO DEL REINO
Con sus parábolas Jesús trata de acercar el mensaje a cada aldea, a cada familia, a cada persona. Con estos relatos cautivadores va removiendo obstáculos y eliminando resistencias para que nos abramos a la experiencia de un Dios que está llegando a nuestras vidas. Cada parábola es una invitación a pasar de un mundo envejecido y sin horizonte a una nueva realidad, llena de vida, que Jesús está ya experimentando y que él llama “reino de Dios”. Sus relatos son una llamada a entender y experimentar la vida de manera completamente diferente. La vida de Jesús es el modelo al que hemos de ajustar las nuestras.
Jesús se dirigió a los sacerdotes y a los ancianos.
Jesús cuenta que un padre envía a sus dos hijos a trabajar. Uno le contesta que sí va; pero se escapa y no va. El otro hijo dice que no quiere ir, pero luego recapacita y va a hacer lo que el padre quiere. Y Jesús, quien ha planteado esta historia a aquéllos que se oponían a su enseñanza, les pregunta: “¿Cuál de los dos hijos hizo la voluntad del padre?”. Por supuesto, tuvieron que responder de la manera que podían: “El segundo” fue quien hizo lo correcto.
El seguimiento de Jesús se juega en la práctica. La parábola es una exhortación a la conversión y a cumplir la voluntad del Padre. Las teorías y las palabras son solo ideas y palabras. Lo interesante son los hechos. Los auténticos creyentes, hoy y siempre, son quienes hacen vida el Evangelio de Jesús. El ideal no es decir «no» y luego “sí”; o «sí» y luego “no”. El ideal es decir «sí» con convicción y ser consecuentes y coherentes en la vida.
Los publicanos y prostitutas avanzan en el camino del Reino de Dios”.
Jesús acusa a sus interlocutores, fariseos y maestros de la ley, señalando que los pecadores, “los publicanos y prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios”. Los publicanos y las prostitutas son dos grupos humanos de ínfima categoría, en el sistema de valores religiosos y éticos; se trata de personas descalificadas en lo religioso y en lo moral, y a las que Jesús se dedicó especialmente. Ellos estarán por delante de los sacerdotes y fariseos en el camino hacia el Reino. Jesús no rechaza a nadie. Quienes creen tener siempre la verdad, piensan que no tienen necesidad de Dios ni de los demás, ni necesitan perdón, ni perdonar; por esta razón se autoexcluyen.
Y les da los motivos y las razones
Porque vino Juan a mostrarles el camino de la salvación y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y ustedes, a pesar de verlo, no se arrepintieron ni creyeron en él. Jesús no alaba a las personas por sus pecados, sino por estar dispuestas a convertirse, y a aceptar la Buena Noticia. Jesús es amigo de los pecadores, come con ellos. Nunca evita el contacto con personas consideradas impuras. Toca leprosos y los cura. Se acerca a las personas despreciadas y discriminadas. Afirma que los “últimos serán los primeros”. Por esto escandalosa y sorprendente.
¿Por qué esta fuerte reprensión del Señor?
Quienes se oponían a Jesús eran miembros importantes del pueblo escogido por Dios; fueron los primeros invitados a recibir el mensaje de salvación que Jesús ofrece. Ellos habían dado el “sí”, como lo dio el primero de los hijos, pero luego no hacen lo que el Padre espera de ellos. Se sentían muy seguros de su “sabiduría” y de su “bondad”. Tan santos se consideraban, que creyeron que no necesitaban convertirse, cuando el Bautista llamaba al arrepentimiento. Se sentían tan sabios, que de hecho se opusieron al Mesías, al enviado por Dios.
Uno de los hijos representa a los pecadores, a aquéllos que inicialmente dicen que no, pero luego se arrepienten y terminan haciendo la voluntad del padre. Por eso Jesús les hacer ver a los allí presentes -y nos hace ver a nosotros hoy- que los pecadores, los despreciados, pueden estar más dispuestos a recibir el Reino de Dios, que aquéllos que se consideran sabios y buenos.
El Pecador que se arrepiente vivirá
El profeta Ezequiel nos hace ver que aquéllos que han dicho sí inicialmente y se apartan del bien y de la voluntad de Dios, no pueden culpar a Dios de su inconstancia -de su pecado- más bien tienen que buscar la culpa en ellos mismos. Esta palabra de Ezequiel es una enseñanza que refuerza lo que Jesús ha planteado en la parábola de este domingo. “Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere; muere por la maldad que cometió. Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la justicia, si recapacita y se aparta de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá” (Ez. 18, 25-28).
Siempre es posible cambiar
En conclusión, podemos decir que mientras estemos vivos siempre hay oportunidad de recapacitar y de reorientar la vida. Pero no por esto hay que esperar el último momento, porque no sabemos el día, ni la hora (cfr. Mt. 24, 26). De hecho, tenemos que comenzar por buscar la voluntad de Dios, por abrirnos a la voz de Dios para poder ser fieles al Señor y a los demás. No basta ser fiel por un tiempo. Hay que dar el sí de una vez por todas, y hay que reiterarlo en cada oportunidad. Es decir, para vivir de acuerdo al plan de Dios se requiere perseverar hasta el final. “El que se mantenga firme hasta el final, se salvará” (Mc. 13, 13).
El ejemplo de la virgen María
La Virgen María es ejemplo de fidelidad al plan de Dios, cuando pronunció el Sí al anuncio del Angel Gabriel, quien le hizo saber la voluntad de Dios. María fue fiel, porque supo buscar el sentido profundo del plan de Dios para ella y para la humanidad, cuando el Angel le anunció: vas a concebir y a dar a luz un hijo. Y ella preguntó: ¿Cómo sucederá esto?
Acogió luego con amor el proyecto de Dios dando un SI claro y generoso, manifestado en actitud de acogida y aceptación de la voluntad de Dios. María acepta el misterio, le da un lugar en su corazón; por ello dice el Evangelista que “María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19; cf. ib. 3, 15). Y María manifestó su fidelidad al Señor con una vida coherente, viviendo de acuerdo con lo que creyó y aceptó. Buscó siempre ajustar su vida a la voluntad de que Dios. Respondió con un SI generoso que sostuvo a lo largo de toda su vida.
El camino de la sencillez y la humildad
Por último, estas lecturas son un nuevo llamado a la humildad; a no creernos totalmente convertidos, ni suficientemente “sabios”. Nos invitan a sabernos necesitados de Dios, y a tener actitud de conversión permanentemente. Tampoco hay que sentirse totalmente seguro: “El que crea estar en pie, cuide de no caer” (1Cor. 10, 12).
En la Segunda Lectura San Pablo nos enseña hasta dónde llega la humildad de Jesús, a quien debemos tratar de imitar: “El, a pesar de ser Dios, nunca hizo alarde de su condición divina, sino más bien se rebajó a sí mismo, se hizo semejante a los hombres … se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”. Nada hagan por espíritu de rivalidad ni presunción; antes bien por humildad. Tengan los mismos sentimientos que tuvo Jesús. (Flp. 2, 1-11).