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La madrugada del 25 de noviembre de 1956 navegó el yate Granma por las aguas del río Tuxpan. Sus tripulantes convencidos de su tarea histórica, enfrentaron varios factores en contra. Tenían que pasar sin ser vistos frente al faro de vigilancia y sin ser detectados por la Marina mexicana. Ese día estaba prohibida la navegación […]
La madrugada del 25 de noviembre de 1956 navegó el yate Granma por las aguas del río Tuxpan. Sus tripulantes convencidos de su tarea histórica, enfrentaron varios factores en contra. Tenían que pasar sin ser vistos frente al faro de vigilancia y sin ser detectados por la Marina mexicana. Ese día estaba prohibida la navegación por las malas condiciones del clima.
La decisión de los expedicionarios cubanos y algunos extranjeros, era más poderosa que las situaciones adversas. Algunas de ellas fueron el cupo que ese tipo de embarcación soportaba.
Navegaron con la línea de flotación fuera de lo permitido, por lo que el yate podría hundirse si no era vaciada el agua que llegaba a su interior.
Pero tenían firme la idea de llegar -ya los estaban esperando sus compañeros en el punto acordado- para iniciar la guerrilla en la Sierra Maestra. Una vez en altamar, con la certeza del triunfo, la tripulación cantó el Himno Nacional de Cuba y La Marcha del 26 de julio y se oyeron consignas dirigidas por el comandante Fidel Castro Ruz.
El desvío de rumbo de 135 grados, para evitar ser vistos por la Marina de Guerra de Cuba y la búsqueda del compañero Roque, el vigía que cayó al mar, provocó que se atrasara la llegada de los expedicionarios revolucionarios.
Al frente de esta gran hazaña iba el abogado y dirigente del Movimiento 26 de julio, Fidel Castro Ruz. En el mismo yate viajaban Ernesto Guevara de la Serna, el Che, y Camilo Cienfuegos Gorriarán.
La permanencia por más tiempo del yate navegando y el levantamiento armado en Santiago de Cuba, que no coincidió con el desembarco de los expedicionarios, fue otro de los accidentes que les causó mayor dificultad para encontrarse con los demás revolucionarios. Este levantamiento, alertó al ejército de Batista de que los revolucionarios preparaban acciones importantes.
La Fuerza Aérea de Cuba alertó al Estado Mayor de su país, sobre la búsqueda de un yate blanco de 65 pies, sin nombre y con bandera mexicana. La radio del Granma, les alertaba de lo que pasaba con el movimiento armado en tierra y de una posible persecución por embarcaciones de la Marina de Cuba.
Al llegar a la isla, el 2 de diciembre, no pudieron encontrar un terreno mejor. El pantano de Los Cayuelos, donde encalló el yate Granma, fue otro de los obstáculos que tuvieron que vencer. Y, sin saberlo, a dos kilómetros estaba la playa donde debieron desembarcar.
Después del desembarco y del enfrentamiento con las fuerzas batistianas, el total de expedicionarios quedó reducido aproximadamente a 24, de los 82 iniciales. Posteriormente se reagruparon a la guerrilla quienes lograron escapar del ejército.
Se perdió a 21 compañeros, fue-ron asesinados durante el desembarco o días después, debido a la persecución del ejército de Batista. Un total de nueve milicianos cayeron en combate. Los compañeros que fueron presos, tuvieron que esperar hasta el triunfo de la revolución, el primero de enero de 1959, para ser liberados.
A los extranjeros capturados se les exilió. Algunos regresaron a Cuba después del triunfo revolucionario y se integraron al nuevo gobierno. En total fueron nueve compañeros perdidos, quienes no lograron reintegrarse a las filas combatientes o que por decisión propia quedaron fuera del proyecto inicial.
No todos llegaron en el yate; algunos colaboradores importantes, pero discretos, se quedaron en tierra: tales fueron los casos de Felipe Montesinos Andrade (mexicano), quien prefirió apoyar desde México, y Vilma Espín Guillois, gran revolucionaria, quien tampoco pudo sumarse a los expedicionarios, aunque era su deseo.
Los integrantes del buque pesquero Granma lograron su meta: salir de Tuxpan, Veracruz, a como diera lugar, llegar a Cuba, entrar y cumplir con los objetivos. Y salieron del puerto de este municipio, y no de Mérida, por las mejores condiciones que les ofrecía la primera ciudad, y no desde Yucatán, aun estando mucho más cerca.
Detrás de esta historia y de acuerdo con textos oficiales que se pueden leer en el Museo de la Amistad Cuba-México -ubicado en el sitio del desembarco del yate- podemos encontrar muchos más relatos. Hoy el modesto museo se localiza en Álvaro Obregón 1, Santiago de la Peña, Tuxpan, Veracruz. De nuestra visita al lugar obtuvimos datos poco conocidos.
El municipio de Tuxpan fue fundado hace 263 años. Santiago de la Peña, lugar del desembarco, se fundó hace alrededor de 80 años. Los habitantes del lugar que recuerdan los hechos han transmitido a las nuevas generaciones la historia que le ha dado fama a ese modesto lugar.
Y, como dice algún texto del museo: con el arribo de la expedición a las costas cubanas y el desembarco de los 82 expedicionarios, encabezados por el comandante Fidel Castro, se iniciaba una nueva y decisiva etapa de la revolución. De esta manera el 2 de diciembre de 1956, quedaba inscrito con letras doradas en la historia cubana
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