Por Expreso de Tuxpan
Originario de Tuxpan Veracruz, lugar donde nació el 26 de abril de 1939, Jorge Fons Pérez recibió el Premio Nacional de Artes 2011 por su reconocida trayectoria como director de cine en México
Este enero de 2012, el presidente Felipe Calderón entregó en los Pinos los Premios Nacionales de Ciencias y Artes 2011, y además de Jorge Fons, también fue reconocido el trabajo intelectual de los historiadores Jean y Lorenzo Francisco Meyer; del escritor José Agustín quien obtuvo el galardón en el rubro de Lingüística y Literatura al igual que Daniel Sada Villareal.
Así también el cantautor Oscar Chávez recibió la condecoración 2011 en Artes y Tradiciones Populares
El tuxpeño Jorge Fons ha sido galardonado en tres ocasiones con el premio Ariel, y esta es parte de su historia:
En 1966, egresó del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM.
Aquellos jóvenes conformaban el primer contingente de cineastas mexicanos que habían realizado estudios formales de cinematografía en nuestro país y entre ellos destacaba Jorge Fons, un inquieto veracruzano con muchas ideas y ganas de filmar.
El panorama parecía difícil más no imposible. En 1965, el I Concurso de Cine Experimental convocado por el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC) había abierto una pequeña rendija para que el «cine de aliento» -como entonces se le llamaba al cine no industrial- pudiese respirar. Animados por los resultados de ese primer concurso, los recién egresados del CUEC se inscribieron al segundo, cuya convocatoria se hizo pública el 4 de marzo del año de su graduación. A pesar del entusiasmo, las buenas intenciones se quedaron en el camino y del gran número de inscritos solo terminaron concursando siete filmes.
A las causas de este fracaso debe agregarse la anquilosada relación entre el STPC y el Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC). El primero dominaba la producción en general, mientras que el segundo sólo podía intervenir en la realización de cortometrajes.
A pesar de esta prohibición -firmada por el presidente Manuel Ávila Camacho a principios de los cincuenta- el STIC había encontrado la manera de producir filmes largos, divididos en episodios. Las «series» de los cincuenta y sesenta permitieron de esta manera la participación de trabajadores no afiliados al STPC en la producción de cine mexicano.
Fue precisamente este camino tortuoso el que siguieron Fons y sus compañeros de generación para lograr debutar en una industria que no quería recibirlos pero que los necesitaba urgentemente. La hoy legendaria productora independiente Cinematográfica Marte aceptó una propuesta de Fons, Tito Novaro y Manuel Michel, y les permitió debutar con un filme titulado Trampas de amor (1968), dividido en tres episodios (El dilema, Yvonne y La sorpresa). Fons dirigió este último, con buena mano y buena suerte. De los tres directores, fue el único que «logró hacerla».
El segundo trabajo industrial de Fons, y su primer largometraje en forma, fue una especie de «vodevil musical ranchero» para la Cima Films de Gregorio Walerstein, otro legendario productor independiente. El quelite (1969) demostró el buen oficio de su director a pesar de las críticas adversas que despertó en su estreno. Su siguiente filme fue otro episodio, esta vez para la serie Tú, yo, nosotros (1970). Un año después, la crítica y el público coincidieron en aplaudir Los cachorros (1971) adaptación de una breve historia de Mario Vargas Llosa.
Su dominio del cortometraje fue evidente cuando dirigió el tercer episodio de Fe, esperanza y caridad (1972) el cual le valió la nominación -sin precedentes en la historia de los premios Ariel de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas dentro de las categorías de mejor película (por solo este episodio) y mejor director. Con todo esto, los siguientes años de la carrera de Fons se vieron obstaculizados por los consabidos contratiempos políticos de la década, por lo que únicamente pudo filmar tres cintas en 17 años, dos de ellas documentales.
El retorno de Fons a la pantalla se convertiría en un evento clave para la historia de la cinematografía mexicana reciente. De nuevo, gracias a la producción independiente, el realizador se colocó detrás de la cámara para dirigir Rojo amanecer (1989) primera cinta en hacer referencia directa a los sucesos de 1968. La historia de este filme y sus consecuencias es ya muy conocida y no tiene caso reseñarla de nuevo. Basta decir que con ella Fons abrió la puerta a una nueva generación de jóvenes cineastas quienes, como él mismo dos décadas atrás, luchaban por integrarse a una industria que los necesitaba urgentemente.
Tuvieron que pasar seis años para que Fons pudiera rodar de nuevo. Esta vez, con el apoyo de IMCINE y de productores privados, el veracruzano logró la que quizás haya sido la mejor película mexicana de los noventa, El callejón de los milagros (1995). El éxito nacional e internacional de este filme parecía señalar una nueva esperanza para ver más del cine de Fons. Sin embargo, han pasado cuatro años y quienes admiramos el trabajo de este gran director seguimos, como escribió Eduardo de la Vega Alfaro, «esperando muchas cosas mejores que las por él hechas, aunque en los últimos años no haya podido continuar, por una u otra razón, su carrera fílmica.» (Dicine. Número 21. Septiembre-octubre, 1987).
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