El embajador Miguel Basáñez cuenta su historia

El destacado tuxpeño es representante de México ante la nación más poderosa del mundo

Por Carlos Benavides/El Universal

Con Estados Unidos no hay nada que restañar tras la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán, pues la relación no se afectó por este incidente, asegura el nuevo embajador de México en Washington, Miguel Basáñez Ebergenyi.

A sólo unas horas de viajar hacia Washington para iniciar su misión diplomática, el embajador está consciente de que hay tres fenómenos que frenan el crecimiento del país: la corrupción, la desigualdad y la turbulencia financiera internacional; sin embargo, asegura que muchos países, incluyendo Estados Unidos, tienen que lidiar con este mismo tipo de problemas.

Basáñez opina que en este momento es más útil para el país que haya en Estados Unidos un embajador con cercanía y capacidad de interlocución con el Presidente, que un diplomático de carrera. Aunque asegura que el Servicio Exterior Mexicano es una de las instituciones más eficientes y acabadas del Estado mexicano.

Sobre el aspirante a la candidatura republicana, Donald Trump, y sus expresiones antimexicanas, señala que no deben verse con desinterés, pero tampoco hay que sobrerreaccionar.

¿Cómo fue su designación? ¿Cuándo le dijeron que el Presidente quería que usted fuera el nuevo embajador en Washington?

—Fue un proceso sutil de exploración. A mí no me quedaba totalmente claro porque iba llegando a una conferencia internacional de la Organización Mundial de Encuestadores, en Buenos Aires, Argentina, cuando recibí una invitación del canciller (José Antonio Meade) para tomar un café. Le dije que con todo gusto aceptaba su invitación en cuanto regresara a México en tres semanas, pero me pidieron si podría ser más cerca la reunión. Finalmente me entrevisté con el secretario, conversamos gratamente, pero nunca hablamos de ningún tema en concreto.

Yo me preguntaba cuál era el motivo de una plática tan grata, en la que conversamos de muchos temas. Después tuve algunas sospechas cuando apareció en la prensa y mi primera reacción fue que se estaban explorando tres o cuatro nombres para medir las reacciones, el sentir, el ambiente público.

¿Y cuándo se entera de que querían que usted fuera el embajador?

—Bueno, cuando quedó más claro fue en una comida que me invita el canciller, y me dijo que se habían hecho las exploraciones en Estados Unidos y que habían otorgado el beneplácito.

¿Se enteró hasta que México ya había obtenido el beneplácito de Washington a su favor?

—Así es.

¿Y si usted hubiese dicho que no, que no aceptaba?

—Ja, ja, ja.

¿Cuál es el nivel de interlocución que tiene con el presidente Enrique Peña Nieto?

—Tengo el honor, el gusto y el privilegio de conocer al Presidente y a su familia desde hace 35 años, cuando trabajé en el Estado de México y su padre era funcionario de la entidad y en aquel entonces sus hijos —es decir, el Presidente, su hermano y su hermana— y mis hijos eran compañeros de la escuela, y las familias se acercaron.

Era una familia muy hermosa. El Presidente era entonces un adolescente muy agudo, muy observador, muy formal, de esas amistades de los hijos que uno siente que destacan. Y esa relación grata permanece a través de los años, una amistad de familia, es lo que me ha unido al Presidente, así como ocasiones sociales, bodas, fiestas, cenas, reuniones, nos hemos seguido viendo a través de los años.

¿Cree que esa relación personal sea útil en lo profesional, podría servir ese canal de confianza?

—Definitivamente. El trabajo que yo he realizado en el gobierno, de 1968 a 1988, pues él entonces adolescente, observaba la forma en que yo me conducía. Después, como encuestador, de 1988 a 2008, en la lucha por la democracia, intensa pero respetuosa, mi acercamiento a todas las fuerzas políticas, él, sin yo darme cuenta, llevaba registro de mis actividades.

Y luego, los últimos 20 años de estancias intermitentes en Estados Unidos, me fueron acercando a lo que en mi opinión México debería hacer en relación con Estados Unidos, aunque nunca pensé que yo lo haría, era únicamente mi punto de vista. Ocasionalmente él me escuchaba y el resultado de eso viene a concretarse ahora; y sinceramente no pensé que fuera a ocurrir.

¿Alguien lo recomendó con el presidente Peña? Hay versiones que recibió apoyo del ex gobernador Del Mazo, ¿es cierto?

—Es entendible que se diga eso, pues yo trabajé con el gobernador Del Mazo, primero como su secretario particular, luego como procurador y finalmente como su particular cuando fue secretario de Energía. Esos seis años con él fueron un periodo muy hermoso de mi vida profesional de los 20 que estuve en el gobierno. Obviamente, él es un personaje a quien se le respeta en el Estado de México, y con el que mantengo una relación de cordialidad, por eso se tiene esa impresión, pero diría que es mucho más la imagen que el Presidente tenía.

Él me encargó como candidato presidencial organizar una reunión con los profesores estadounidenses especialistas en política mexicana, en aquella ocasión fue a dar varias conferencias a EU y tuvimos un almuerzo muy grato, y ese fue un antecedente. En algunas otras ocasiones me pedía opinión sobre temas de EU, de manera que esto se fue construyendo.

¿Entonces era una recomendación que no necesitaba?

—Bueno, nunca sobra que los amigos hablen bien de uno, pero no siento que hubiera sido el factor determinante.

Durante su proceso de ratificación hubo la versión de que usted tiene ciudadanía estadounidense, doble nacionalidad, ¿es cierto?

—Jamás. Yo soy provinciano, de la escuela pública de Tuxpan, Veracruz, y en esa línea fui educado en el nacionalismo tradicional mexicano, me haría imposible pedir otra nacionalidad diferente a la mexicana. Si tuve la green card, porque la escuela al contratarme me dio la residencia en Estados Unidos. Así que es otro mito.

¿Qué perfil de embajador será, cuáles son sus prioridades en la agenda bilateral? ¿Lleva alguna encomienda presidencial para atacar en especial uno o varios temas?

—Lo que el presidente Peña ha enfatizado es que la relación con EU es tan rica y variada que es importantísimo tener esa visión multitemática.

En el pasado, las circunstancias tal vez exigieron hacer una concentración monotemática, pero hoy en día los temas económicos, sociales, políticos, culturales, y en otros muchos órdenes, demandan estar prestando atención a todos ellos, y esa es mi idea de trabajo.

¿No hay matiz específico?

—Si pensamos en la población de origen mexicano en EU, hablamos de 37 o 38 millones, y si sumamos el resto de población hispana son 57 o 58 millones, somos un segmento bastante potente, y esto habla de cómo las sociedades se han interrelacionando; 50% de las familias mexicanas tiene un pariente viviendo o trabajando en EU, entonces esta parte social es muy importante.

Si volteamos a la economía el volumen del comercio con EU es de 80%, de manera que es otro elemento muy importante. Pero qué decir de los temas judiciales, de energía y todos los rubros, son parte de esa riqueza y de esa variedad que hay que atender.

¿Cuáles son los principales retos que hoy en día enfrenta la relación bilateral?

—Las relaciones entre países son pendulares, a veces están muy bien y a veces no tanto, se relaciona con cómo están los ciclos económicos.

Cuando la economía está muy bien la gente se siente mucho más optimista, más de brazos abiertos; cuando la economía no está tan bien la gente es mucho menos optimista y los brazos los cierran, y eso se refleja en la imagen de la relación con los países extranjeros. Tengo la confianza de que EU y el mundo estamos entrando en un ciclo ascendente, que va ir haciendo que esta imagen y esta percepción se vaya mejorando, y voy a trabajar en ello.

No ha llegado el ciclo ascendente, el péndulo está del otro lado.

—De 2008 a 2013 diría que fue la parte más profunda del ciclo negativo, pero ya 2014 y 2015 la curva de ascenso comienza, cada día estamos viviendo los coletazos del ciclo negativo, pero siento que éstos van a disiparse muy pronto.

Algunos analistas y miembros de la comentocracia, incluso amigos suyos, destacan en usted muchas virtudes, pero también consideran que la falta de experiencia diplomática es una debilidad, ¿está de acuerdo?

—Yo tengo un gran respeto por la actividad diplomática y la formación de los diplomáticos mexicanos, porque junto con el servicio civil de carrera financiero y hacendario el Servicio Exterior es de los más acabados de México. Hay algunas embajadas, y en la de Estados Unidos que es un caso peculiar, donde en ocasiones las circunstancias reclaman un perfil distinto. Creo que eso fue lo que el presidente Peña Nieto consideró en este momento, que el perfil mío, que combina experiencia en el sector público, en la sociedad civil, en el sector privado, en el extranjero y en la academia, podría aportar unas condiciones mejores para la labor que le toca al embajador.

En el caso de Washington ¿cree que es mejor que haya un embajador con cercanía al Presidente que un diplomático de carrera?

—En el caso especial de Washington los embajadores necesitan tener una comunicación muy cercana con sus presidentes, de cualquier parte del planeta que sean.

¿Su interlocución con el gobierno estadounidense cómo está? ¿Tiene algún contacto en el Departamento de Estado en la Casa Blanca?

—Al haber estado enseñando en la escuela Fletcher durante siete años—que es donde se forma el personal diplomático del Departamento de Estado, de la Defensa, de los órganos de seguridad— hice muchísimas relaciones con los funcionarios, con nuestros alumnos que entran a trabajar directamente. Prácticamente hay alumnos y ex alumnos de Fletcher en todas las dependencias del gobierno estadounidense que tienen que ver con el servicio exterior.

En México ¿ya conoce a la nueva canciller? ¿Ya platicó con ella?

—A ella solamente la conozco desde que nació, porque su padre era mi compañero de escuela, su madre era la compañera de mi mujer y mis hijos y ella, y su hermana Daniela, nacieron casi al mismo tiempo, crecieron juntos, vacacionábamos juntos y los vimos crecer juntos; hay una amistad de familia nada más de 45 años.

¿Una mejor relación con Estados Unidos pasa por la recaptura de El Chapo Guzmán?

—Ese tipo de incidentes son lamentables, son irritables, no les gustan a ellos ni nos gustan a nosotros, pero no siento que en este caso tenga un afectación a las condiciones de la relación, hay una excelente relación entre los dos países con muchísimas fuentes comunicantes, que no afecta en nada sustancial esta circunstancia.

Ellos han dicho que México tiene que dar un mensaje en contra de la corrupción y encausar a los funcionarios que pudieron ayudar en la fuga, ¿si eso no sucede, no habrá afectación a la relación?

—Tengo una gran confianza en que así como se capturó una vez se va a volver a recapturar, y a sus cómplices. Hay que llevar y someter a la justicia no sólo a ellos sino a cualquiera que actúe con impunidad y de una forma indebida.

La siguiente pregunta era: ¿Qué hará usted para restañar la relación luego de lo de El Chapo?, pero al parecer usted considera que no hay nada que reparar.

—Yo no siento que haya que restañar algo. No se necesita componer lo que no está roto y por eso la comunicación, la transparencia, la apertura, la continuación de las relaciones en los términos que han estado es la mejor garantía que siga la buena relación entre Estados Unidos y México.

El Presidente ha dicho que hay tres problemas que frenan al país: la corrupción, la desigualdad y el entorno económico no favorable. ¿Qué tanto complica su labor como embajador representar a un país que enfrenta estos problemas?

—En un mundo globalizado los problemas los compartimos los dos países y sobre todo con tanta cercanía, tantos cruces fronterizos de personas y de mercancías diariamente; pero los tres puntos que menciona es importantísimo atacarlos, arroparlos y sentarnos a la mesa y verlos como una responsabilidad compartida, en la que tenemos que ocuparnos de los dos lados de la frontera.

¿Estados Unidos también sufre estas tres problemáticas?

—Sí, por supuesto. Y los sufrimos todos los países de Latinoamérica, por eso tenemos que ver con una visión de conjunto, global.

¿Qué tanto se tiene que preocupar México por Donald Trump y la posibilidad de que pueda ser candidato a la presidencia?

—En cualquier parte del mundo hay expresiones extremas, intolerantes, racistas, xenofóbicas y deben de denunciarse, no deben verse con desinterés, pero tampoco hay que exagerar en el sentido de que en el caso de Estados Unidos están empezando su proceso político interno electoral.

Hay que estar atentos, pero los mexicanos sólo podemos ser observadores, quienes pueden participar e influir son los estadounidenses o los mexicanos que tienen doble nacionalidad y tiene posibilidad de votar, pero otra vez en el símil pendular, las campañas en EU arrancan con mucha fuerza y conforme la campaña va avanzando los extremos se van cerrando y el discurso se va moderando. Hay que estar atentos, pero tampoco hay que sobrerreaccionar. Todos los candidatos, si quieren tener posibilidades reales, tienen que acercarse al centro, todos.

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