Duarte exige impunidad desde la cárcel

Javier Duarte: mientras se muerde un huevo

* “Dejen a mi esposa en paz”  * Silencio para Karime Macías  * Y sepultar la pista del lavado  * Siempre amenaza con hablar.

Por Mussio Cárdenas Arellano/Informe Rojo

Con un huevo a medio morder, Javier Duarte exige silencio para su esposa, la de las empresas de papel, las inversiones inmobiliarias, el lavado y los lavadores, Mansur y Ortega, cuya delación apunta  hacia ella, la inefable Karime Macías, el cerebro que ideó el saqueo a Veracruz. “Dejen a mi esposa en paz”.

Se lo muerde, dice el reo, “por no decir todo lo que tengo que decir”.

Y se muerde el otro, agrega el ex gobernador, por no mentarle la madre a Miguel Ángel Yunes.

No se los muerde, aunque ese es su mensaje, por mentársela a Enrique Peña Nieto, el presidente, cuya Procuraduría General de la República lo trajo, vía extradición, desde Guatemala y cuyo gobierno le imputó delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

Ni se la mienta, aunque lo habrá pensado, a sus padrinos priistas, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón, los capos del clan tricolor, sin cuya protección y disimulo, a él y a Tarek, a Mota y a Silva, no habría operado la quiebra de las finanzas y el saqueo a las arcas del gobierno de Veracruz.

Tipo sin lustre, procaz y vulgar, Javier Duarte habla el idioma del bajo mundo político, entre líneas su intención y suicida su amenaza, más que a Peña Nieto, al sistema que lo vio crecer, empoderarse, enriquecerse, extraviarse y enloquecer.

Se muerde un huevo, refiere la crónica del reportero Humberto Padgett, del noticiario de Ciro Gómez Leyva en Imagen Televisión, por hablar, dice el ex gobernador, y se muerde el otro por recetarle una mentada a Yunes azul. Pero el mensaje —sí, el mensaje— va más allá.

No es sólo la procacidad y la bajeza, la falta de pedigrí, lo que trasluce el reo del Reclusorio Norte que un día desgobernó a Veracruz. Es su voz, su última carta, por lo que está por venir.

“Dejen a mi esposa en paz”, replica días después, cuando aclara en una carta que no concedió la entrevista a Gómez Leyva por no poder hablar de su proceso penal. Y apunta que sus expresiones fueron sacadas de contexto, que la hora de su reloj es “la hora de México”, no la de Londres donde vive su esposa Karime Macías.

“Dejen a mi esposa en paz”.

Algo así como “dejen a la pieza clave del saqueo fuera de esto o, así me muerda un huevo, voy a hablar”.

Javier Duarte sabe que el futuro dejó de ser. Que Karime Macías será traída a México. Que la negociación falló. Que EPN y su clan incumplieron el pacto. Que en el juicio se terminará de hundir.

“Dejen a mi esposa en paz”.

Lo del huevo es lenguaje de políticos y gángsters. Y al que lo capte, que sepa qué hacer.

Lo de Karime es lenguaje entre líneas.

Con cajas de huevo, se escucha en el audio en que habla con Tarek Abdala, envió al PRI. Le dijo a su tesorero: “son mil”. Serían mil millones de pesos en una entrega, en tiempos de campaña, cuando Enrique Peña Nieto, su gallo, emprendía el camino a Los Pinos.

Suponía Javier Duarte que con dinero que no salió de su bolsillo ni de sus cuentas bancarias, con lo del erario, compraba impunidad.

“Son mil”, le dice a Antonio Tarek Abdala Saad, el joven basquetbolista que cayera en el ánimo de Rosa Borunda, esposa del ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, y ahí comenzó su proyección.

“Son mil” para el PRI en cajas de huevo, expresa Javier Duarte en ese audio, que debió entregar el ex contralor Iván López Contreras, tapadera del gordobés, implicado por omisión y desvergüenza y que hoy se postula encabezar la Auditoría Superior de la Federación. Y seguro Duarte sería el fiscal anticorrupción.

Aquel audio no llegó a las redes y a los medios por accidente o casualidad. Fue filtrado para revelar una verdad: Javier Duarte desvió recursos del erario de Veracruz para cuajar el proyecto de Peña Nieto, el asalto a Los Pinos, el regreso de Carlos Salinas de Gortari, el perdón a Raúl Salinas de Gortari, la venta del país vía las reformas estructurales.

No se difunde para nada ocurra. Se difunde para implicar y amarrar. Y así suponía Javier Duarte que tendría bajo su yugo a Peña Nieto, y a Salinas, y a Beltrones, y a Gamboa Patrón.

Otro día, Tarek Abdala “coincidió” con Raúl Cervantes Andrade y le metió en la trusa una granada de fragmentación: que Javier Duarte “no salpique aceite cuando le avienten los ajos”.

Trasladó el ex procurador general de la República el mensaje a quien lo debió escuchar.

Tarek le habría expresado que “muchas cosas no se han comentado”, según relata el periodista Jenaro Villamil, de la revista Proceso.

Mientras Javier Duarte se muerde un huevo por hablar, desde prisión se actualizan las hipótesis de cómo financió la campaña de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de México. O mejor, dicho los veracruzanos, con el dinero que les robó Javier Duarte, financiaron el sueño del salinismo de regresar a Los Pinos.

Está la de los “mil” en cajas de huevo, la del “no salpique aceite cuando le avienten ajos”, y la de la maleta con 25 millones de pesos en un avión del gobierno de Veracruz, detenido en el aeropuerto de Toluca a principio de sexenio, que ocasionó la detención de los pilotos, el arribo del entonces tesorero, Vicente Benítez González, la incautación y la absurda explicación de que serían recursos para pagar la promoción del Carnaval de Veracruz, las Fiestas de la Candelaria y la Cumbre Tajín.

Así de jodido está el ex gobernador que su única defensa es la amenaza. Y su destinatario, Peña Nieto.

Cuenta el columnista Salvador García Soto en su Serpientes y Escaleras, que la incautación de cajas de seguridad en Cancún Quintana Roo, no es ajeno a Javier Duarte. Ahí tendría, bajo resguardo de un sobrino, las evidencias que implicarían al presidente de México en el desvío de recursos del erario veracruzano para su campaña electoral.

Y ahí estarían implicados otros capos del PRI.

Se muerde un huevo Javier Duarte “por no decir todo lo que tengo que decir” y se lo va a tener que comer. Tentar al sistema suele ser suicida. Y a veces mortal.

Tarek Abdala es pieza clave. Karime Macías aún más.

Tarek fue el concentrador de los recursos federales y luego de su dispersión. Con Tarek bajo resguardo del peñanietismo —y de ahí que se le encubriera al no concederle al gobierno yunista del desafuero para ser juzgado en Veracruz—, Javier Duarte está perdido.

Karime Macías también es impune… o lo fue.

Va por ella Peña Nieto, sabiendo que es el hilo más delgado de la telaraña de Javier Duarte.

Encubierta, acuerpada, salió de Guatemala tras la detención del ex gobernador. Se le vio en un aeropuerto de Colombia, esperando viajar a Londres, Inglaterra, donde reside. Fue así la negociación.

Pesan sobre Karime imputaciones de lavado de dinero, vía la creación de empresas de papel, llegándole los recursos desviados del erario veracruzano, inyectados a negocios inmobiliarios, operados por Alfonso Ortega. Una vez apretado, el tipo cantó en la PGR y la evidenció.

Era Karime quien dirigía el lavado. Era Karime quien ordenaba crear las firmas, realizar inversiones y finalmente le eran endosadas las acciones. Así quedó en la declaración de Alfonso Ortega, el fiscalista de la pandilla.

Otro que la empinó fue Moisés Mansur Cysneiros. En un video que registra su charla con Miguel Ángel Yunes, en Canadá, relata que Karime no aparecía en cuentas bancarias. Los prestanombres eran los titulares y la ex primera dama sólo pedía que les fueran expedidas tarjetas adicionales para evitar dejar huella.

Un tercer personaje, José Juan Rodríguez Janeyro, señala que el cerebro del manejo de los dineros desviados era Karime Macías de Duarte.

Queriendo apretar al sistema, a Peña Nieto, a los hombres de poder, Javier Duarte deslizó que se mordía un huevo “por no decir todo lo que tengo que decir”.

Y sintió el apretón.

Horas después deslizó su temor: “Dejen a mi esposa en paz”.

Pues no. Por ahí se termina de hundir.

Y mientras, que se muerda el huevo.

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