El 17 de abril inicia la Semana Santa
Por Inés García Nieto
El miércoles 9 de marzo dio inicio la celebración religiosa más importante del mundo católico.
La ceniza colocada en la frente de los feligreses católicos, les invita al cambio de vida, a morir al pecado; recuerda al hombre que es polvo, y que al final de su existencia Dios sólo considerará lo que se haya hecho por Él y en bien de otras personas.
El obispo Juan Navarro Castellanos, emitió un breve pero profundo mensaje a los feligreses católicos de Tuxpan y la Diócesis, a través de los medios de comunicación, y estas fueron sus palabras:
La celebración de la Cuaresma debe llevar al hombre y mujer de hoy a una profunda reflexión, pues la crisis de valores hace que el dinero, el placer y el poder ocupen un lugar primordial en su vida, dejando a lo último a Dios.
El obispo de la Diócesis más grande de Veracruz dijo que pese a que el dinero y poder que acumule el hombre en su vida terrenal, éste no podrá llevarse nada material al ataúd, y lo que si contarán serán las buenas obras para con el prójimo y el cumplimiento a la palabra de Dios.
En la tradicional conferencia de prensa del primer lunes de mes en el obispado, el pastor de 98 sacerdotes indicó que la ceniza debe ayudar a recordar que somos mortales, que todo lo natural se acaba y que nadie por más rico o poderoso que sea, puede echar dinero a la caja.
Estas son las palabras emitidas a los creyentes católicos:
En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte, por esto la iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir la capacidad de compartir.
La idolatría de los bienes, en cambio, no solo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de vida.
En síntesis, precisó, el itinerario cuaresmal, en el cual se invita a contemplar el misterio de la cruz, es “hacerme semejante a él en su muerte” (Filipenses 3.10), para llevar a cabo una conversión profunda de la vida: dejarse transformar por la acción del Espíritu Santo.
Finalmente recordó que Jesús el hijo de Dios fue tentado en el desierto, pero venció a la tentación con oración y confiando en el Padre.
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