Por Laura Lucía Romero Mireles/Gaceta UNAM
La Tierra está seriamente enferma y gradualmente pierde la capacidad que tuvo durante milenios y más para autoorganizarse y mantener las condiciones que favorecen la vida. En este contexto, la vulnerabilidad de México ante el calentamiento global y los fenómenos naturales es particularmente grave debido a su ubicación geográfica, demografía y asentamientos humanos, estructura productiva e infraestructura. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ha estimado que 15 por ciento del territorio nacional, 68 de su población y 71 por ciento del PIB están expuestos a los efectos del cambio climático, señalaron expertos en la UNAM.
En la mesa redonda a distancia Cambio climático: hechos y consecuencias en México, convocada por el Centro de Ciencias de la Complejidad (C3), su coordinador general, Alejandro Frank Hoeflich, afirmó que ese es el problema más grave que enfrenta la humanidad.
Tal vez la pregunta crucial para la ciencia contemporánea es cómo podemos salvar a nuestra especie. “Debido a la presencia de enormes transformaciones en nuestro hábitat, la ciencia transdisciplinaria es hoy más urgente que nunca. Así, las ciencias de la complejidad se proponen la construcción de una ciencia integrativa capaz de enfrentar los cambios que ya están ocurriendo”, dijo el investigador emérito de la UNAM.
Nuevas herramientas han abierto un panorama en que la ciencia puede analizar, intentar prever y paliar las consecuencias de los grandes cambios que han ocurrido en nuestro planeta, y de forma acelerada, durante el último siglo.
A partir de la Revolución industrial hemos alterado el equilibrio dinámico del planeta de manera significativa. Aunque el énfasis se centra, sobre todo, en el cambio climático, es importante entender que es la totalidad de la biósfera, incluyéndonos a nosotros, la que se ve afectada, señaló el miembro de El Colegio Nacional.
Muchos fenómenos, considerando el cambio climático, son amplificados por las actividades humanas y sus políticas sociales y económicas. Aunados a la complejidad inherente de la biósfera, están los enormes desequilibrios socioeconómicos y la irracionalidad de los sistemas políticos reinantes. Pero en México, alertó, parece no ser prioritario enfrentar estos dilemas.
Frank aclaró que un amplio desequilibrio de Gaia, nuestro planeta, pone en peligro la supervivencia de nuestra especie, aunque esto no acabaría con la vida.
Indicadores matemáticos
Al hacer también la presentación de Juan Claudio Toledo Roy, del Instituto de Ciencias Nucleares, Frank añadió que en el C3 “desarrollamos indicadores matemáticos para medir la ‘salud’ de los sistemas complejos”. En un artículo en proceso se analizó el registro de la temperatura global de los últimos 140 años.
Encontramos varias alertas, como la pérdida de organización y capacidad autorregulatoria del planeta, y el desacople de la dinámica climática a diferentes escalas de tiempo. Estamos en un momento crítico en que, debido a las acciones humanas, observamos que la Tierra, que tendía a conservar las condiciones de temperatura, por ejemplo, ha dejado de hacerlo.
El científico refirió que no sólo hay una variabilidad más amplia de la temperatura, sino mayor frecuencia de eventos extremos. “Seguir ensuciando la atmósfera con gases de efecto invernadero nos está llevando a esta situación tan terrible”.
Comportamiento humano
Andrea Sáenz Arroyo, integrante del Colegio de la Frontera Sur, alertó que por más acuerdos internacionales que existen en torno al cambio climático, como el de Kioto o París, “hay un indicador muy claro que no hemos logrado detener: el comportamiento humano que elimina la capacidad de la Tierra de autorregular sus procesos biogeoquímicos y climáticos”.
Al incremento de la temperatura y nivel de los océanos, se suma un efecto no previsto: la desoxigenación de los sistemas costeros. Al respecto, explicó que la vida marina depende de fenómenos físicos, y uno clave es la surgencia o surgimiento de aguas ricas en nutrientes del fondo marino, que provoca un “frenesí” alimenticio, desde el eslabón más pequeño de la cadena trófica, el plancton, hasta el más grande, las ballenas.
Al aumentar la temperatura del mar, las surgencias se intensifican y traen aguas que no emergían a la superficie, muy bajas en oxígeno, a la zona costera. “Ese es uno de los efectos del cambio climático que no habíamos entendido, hasta hace muy poco tiempo”. Además, dicho fenómeno se está expandiendo a los sitios donde se produce 95 por ciento de las pesquerías del mundo, expuso la especialista.
Por otro lado, se presenta también la acidificación de los océanos, es decir, la modificación del carbonato de calcio disponible en el agua, importante porque muchos organismos dependen de él para formar sus esqueletos, como ocurre con los arrecifes o los moluscos.
Así, la biodiversidad tal y como la conocemos, la cual se adaptó y evolucionó para coadyuvar a la autorregulación de la Tierra, está en peligro. En el caso de México, todas las comunidades pesqueras están expuestas y son susceptibles a estos cambios; peor aún, el actual modelo de manejo pesquero no permite la adaptación a las nuevas condiciones ambientales, sentenció Sáenz Arroyo.
Nivel del mar
Gerardo Gil Valdivia, director general del Centro de Estudios de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), coincidió en que el cambio climático es uno de los más importantes riesgos globales que enfrenta la humanidad y pone en peligro su futuro. La actual concentración de CO2 es la más alta en al menos dos millones de años; el aumento del nivel del mar tiene las tasas más rápidas en tres mil años como mínimo; el área del hielo marino ártico está en su nivel más bajo en mil años y el retroceso de los glaciares no tiene precedentes en, por lo menos, un milenio, con efectos como calor extremo, lluvias fuertes, sequía, incendios forestales, y calentamiento y acidificación de los océanos.
Entre 1990 y 2015, cinco por ciento de la población mundial más rica fue responsable, en puntos porcentuales de 36.3 por el aumento de las emisiones de CO2, y si se considera a 10 por ciento de las personas con mayores recursos, el nivel de emisiones se eleva a 45.5. En contraste, 50 por ciento más pobre generó 5.6 de esas emisiones. Además, de 2010 a 2019, China, Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido e India contribuyeron con 55 por ciento de las emisiones de efecto invernadero.
De ahí la importancia de la agenda 2030 de Naciones Unidas, con sus 17 objetivos del desarrollo sostenible, y del Acuerdo de París, para evitar que la temperatura global media para el año 2100 aumente más de 1.5 grados, e impedir así los efectos de colapso gradual y catastróficos que produce el calentamiento global.
Por último, Gil Valdivia recalcó la labor e importancia de las entidades de fiscalización en la materia, entre ellas, la ASF y la Organización Internacional de Entidades Fiscalizadoras Superiores.