La transcripción del interrogatorio policial posterior a la masacre que dejó 17 muertos y 15 heridos revela nuevos detalles sobre el homicida
Por Pablo de Llano/El País
–Bueno. ¿Cómo estás, Nick?
Así empezó su interrogatorio el detective John Curcio el 14 de febrero. Pasaban unos minutos de las seis de la tarde. Frente a él tenía a un muchacho de 19 años llamado Nikolas Cruz, que unas horas antes había masacrado a 17 personas en un instituto de Parkland, Florida.
A petición de varios medios y por orden de un juez, el lunes se hizo pública una transcripción del interrogatorio. Más de 200 páginas de diálogo entre el detective y el asesino. Por ley, las líneas en las que se inculpa están ocultas. Lo demás muestra a un Cruz obsesionado con un demonio y con deseos de morir. Había sido arrestado después de la masacre caminando por una calle, tras huir del instituto mezclado entre la gente en medio del caos provocado por su tiroteo. Sentado en una silla, apenas daba ninguna respuesta concreta y repetía que no era capaz de recordar nada. De lo que sí hablaba era de las “voces” que le murmuraban dentro de su cabeza.
–¿Qué te decían? –preguntó el policía.
–Quema. Mata. Destruye.
Cruz le contó al agente que por una parte estaba él, Nikolas, tratando de ser “una persona normal”, y por el otro su “lado malo”. Curcio le preguntó una y otra vez por “el demonio”. Después de más de dos horas, el detective le dijo: “Creo que usas al demonio como excusa”. Y Cruz: “No, lo prometo”.
Minutos después el detective salía de la habitación y antes de que volviera, Cruz, solo, repetía: “¿Por qué no me mató?”. No dijo a quién se refería. El policía volvió y lo esposó para que no se intentara lesionar.
Durante el interrogatorio, Cruz insistió en que se quería morir y dijo que era “estúpido” y “un cobarde”. El detective, bromeando, le dijo que cuando era estudiante sacaba notas peores que él y sin embargo había llegado a ser detective de homicidios: “Si tú eres estúpido, yo soy más estúpido que tú”. Curcio no parecía dispuesto a que Cruz quedase retratado solo como un perturbado dirigido por una voz maligna. Aunque confesaba su crimen, el joven culpaba a su demonio. Cruz está acusado de 34 cargos de intento y comisión de homicidio. Se prevé que el juicio comience en 2019. El fiscal ha anunciado que pedirá la pena de muerte. Sus abogados esperan que por sus problemas mentales no sea ejecutado sino condenado a cadena perpetua.
El joven, que mató a tiros a 14 estudiantes y tres adultos en un instituto que había abandonado, dijo que se había intentado suicidar dos veces, explicó que consumía ansiolíticos y marihuana y se describió como un depresivo sumido en la soledad. Cruz no conoció a sus padres biológicos. Su padre adoptivo murió cuando era niño y su madre adoptiva, cuatro meses antes de la masacre. Trabajaba de cajero. No salía con sus compañeros. El detective le preguntó si también iba él solo a pescar. “Y el demonio”, dijo. Ese demonio la daba todo tipo de órdenes negativas, según Cruz, y hasta le escogía la música “triste” que escuchaba, en alemán y en ruso. En otro momento que salió el detective de la sala, el arrestado estableció solo una especie de diálogo: “Quiero morir. Al final no eres más que una mierda. Te mereces morir porque no vales nada. Me quiero morir”. Ya de madrugada dejaron entrar en la sala a su hermano, Zachary, un año menor.
–¿Qué crees que pensaría mamá? –le preguntó.
–Lloraría –respondió Nikolas.
Zachary le dijo a su hermano que afuera todos pensaban que era «un monstruo».
–¿Un monstruo? –exclamó Nikolas.
Zachary le preguntó por qué había hecho «eso».
–No te rías.
–Lo siento, tío –dijo Nikolas.
–Esto no es un juego –siguió Zachary–. No vas a despertar y estar fuera de aquí.
El hermano lo abrazó. Le repitió que lo quería. Que iría a verlo siempre que le dejasen. «Me importas, perro», le dijo antes de irse. «Trata de encontrar a Dios».