Mensaje del Obispo de Tuxpan: Seamos trigo y sacudamos la cizaña

El Evangelio de hoy nos presenta varias parábolas, comparaciones que el Señor toma de la vida misma para explicar el mensaje y facilitar su comprensión para toda la gente.

El Reino de los cielos se parece al trigo y a la cizaña. Esta parábola, que sólo se encuentra en Mateo, está tomada de la vida cotidiana.

Jesús habla en un contexto donde las venganzas entre labradores eran frecuentes. El tema es el Reino de Dios y nos muestra la forma de actuar del Padre, así como el proyecto de vida que Dios tiene para la humanidad. Y claro, si el proyecto del Padre es lo primero y lo fundamental para Jesús, también debe serlo para nosotros.

Todos tenemos trigo y cizaña en nosotros; caminamos entre el bien y el mal; en el interior de cada uno de nosotros se libra una lucha entre el bien y el mal. Y el otro, con su trigo y su cizaña, es igualmente  mi hermano; tal vez nos escandalizamos del mal del otro, mientras dejamos crecer el mal en nosotros mismos. Está claro que nadie puede lanzar la primera piedra.

¿Quieres que vayamos a arrancar la cizaña

Esta parábola tiene plena actualidad. Con frecuencia vemos actitudes que defienden el pensamiento único. Que nadie piense de manera distinta de quienes han decidido, desde su puesto de vista o desde su punto de mando, qué es trigo y qué es cizaña. Y se proponen, frente al mandato divino, arrancar de raíz lo que consideran cizaña.

La gran tentación es creer que tenemos la verdad, pretender tener la decisión sobre el bien y el mal, trazar la línea del mal, y tratar de acabar con lo que han declarado malo. Es la pretensión de todos los fanatismos.  Como que la frontera entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada uno, arrancar el mal, es romper la cadena que une a las personas. El Reino no es de los “puritanos”, ni de los que exageran, tampoco es de los que se sienten perfectos.

Es la tentación de ocupar el lugar de Dios, creyéndose con el poder y el deber de tomar decisiones definitivas y graves que sólo a Dios competen.  El juicio toca sólo a Dios, y justamente Él se hace  intercesor. De cara al mal, el Reino es el misterio que se convierte en perdón

Queriendo arrancar la cizaña podemos arrancar el trigo.

Aunque llegan a ser muy diferentes, mientras crecen es muy difícil distinguir el trigo y la cizaña.  Los abrojos y plantas espinosas, al secarse, se usaban como combustible. El juicio de Dios está lleno de paciencia y compasión; él nos conoce y da tiempo a todos, respeta el ritmo de cada persona.

Contra el deseo de levantar muros, separar, arrancar, excomulgar, cortar por lo sano, creerse mejores.., está la novedad de Jesús. Él nos muestra la forma de actuar del Padre, comprensivo y misericordioso, enseñándonos cómo debemos actuar. Y nosotros como actuamos ante los demás?

El reino de los cielos es como el grano de  mostaza

Jesús compara el Reino con el grano de mostaza,  con la grandeza de lo pequeño, pero lleno de energía. Para Jesús, la verdadera metáfora del reino de Dios no es el cedro, que hace pensar en algo grandioso y poderoso, sino la mostaza,  que sugiere algo pequeño, débil  e insignificante.

Jesús continúa explicando en parábolas los secretos del reino, que podrían cambiar el mundo. Jesús ofrece una imagen del Reino en la que contrasta su inicio pequeño, casi insignificante, con las posibilidades y la fuerza de la semilla que lleva a la plenitud. El Reino crece y avanza, estalla cada día de forma grandiosa, aunque su apariencia sea pequeña.

La parábola les tuvo que llegar muy dentro. ¿Cómo podía comparar Jesús el poder salvador de Dios con un arbusto salido de una semilla tan pequeña? ¿Había que abandonar la tradición que hablaba de un Dios grande y poderoso? ¿Había que olvidarse de sus grandes hazañas del pasado y estar atentos a un Dios que está ya actuando en lo pequeño e insignificante.  ¿Tendría razón Jesús?

Cada uno tenía que decidir: o seguir esperando la llegada de un Dios poderoso  y terrible, o arriesgarse a creer en su acción salvadora  presente en la actuación humilde de Jesús. El bien es una semilla pequeña, que si la hacemos crecer, llega a ser un gran árbol; la bondad crece sin hacer ruido. Dios nos invita a trabajar por el Reino, con ilusión y esperanza,  sin triunfalismos; vale la pena intentarlo.

El Reino de Dios es como la levadura

La levadura es buen modelo para los cristianos de todos los tiempos.  La levadura representa la acción invisible, toda esa vida que no vemos. La levadura no sólo fructifica en sí misma, sino que influye en todo lo que la rodea. No es sólo crecimiento, sino transformación. Acoger la Levadura en nuestra vida es aceptar una transformación que nos haga alimento y servicio. Es tener la capacidad y la sencillez para transformar la convivencia humana desde dentro y desde el fondo, sin hacer ruido, desapareciendo en la masa, para que todo fermente.

El Reino está aquí y ahora, entre nosotros; está en tu corazón, en tu familia en la Iglesia y en la sociedad. Y hay que hacerlo  fermentar para que vaya transformándonos a todos y cada uno. La tarea de todos, debemos hacerla entre todos

Para ser levadura, el discípulo de Jesús ha de alimentarse con la Eucaristía y fortalecerse con la oración.  Entonces, la Vida de Dios que lleva dentro de sí es levadura en el mundo, pues con su presencia, con su trabajo, con su entrega a Dios,  esa persona contribuye a que la Vida de Dios crezca en medio del mundo.

Les explicaba todo en parábolas

Hacer de lo complejo algo sencillo, ayudar a creer, a crecer, a confiar, poner una sonrisa y un deseo de hacerse entender, es una parte importante del amor.  Porque el amor no es complicado y Dios, que es amor, no es complicado. Lo más importante no es querer ver, saber y entender todo.  ¡Lo fundamental es creer y confiar en Él!. Nos basta saber que la misericordia, la paciencia, la justicia, la compasión,  el amor, tienen nombre propio: Jesús.

Las parábolas reflejan y revelan una imagen nueva de Dios.  No es un Dios triunfador.  Su obra no es esplendorosa, sino modesta (mostaza),  no se realiza sin dificultades, sino entre ellas (cizaña).  Es Juez misericordioso, compasivo, paciente.

Tenemos la suerte de que es él quien hace justicia. Nosotros no tenemos la misión de juzgar ni de condenar.  Nadie tiene la misión de juzgar ni de condenar a los demás.  Lo nuestro es seguir sembrando, cuidando el campo, y regando, para que la cosecha del Reino sea lo más fecunda posible.

Seamos trigo y sacudamos la cizaña

Cada día hemos de esforzarnos por ser trigo: ser positivos, dar ejemplo, encarnar el bien en nuestro forma de ser y de en nuestras acciones. Igualmente cada día, con mucha humildad,  hemos de ir arrancando la cizaña que hay en nuestro corazón y en nuestras actitudes, para colaborar así a que se quite la cizaña –el mal- en nuestra sociedad.

+Juan Navarro Castellanos

V Obispo de Tuxpan

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