Por Salvador Camarena/El País
Protegido por dos presidentes de la República, Javier Duarte está en ruta de concluir su sexenio sin que le mortifique el desastre en que ha sumido a Veracruz.
Como quien se sabe intocable, Duarte se ha vuelto especialista en responder con desplantes las recurrentes denuncias sobre la grave inseguridad que campea en aquel estado.
Si la gente se queja por la ola de robos y asaltos, Duarte replica que esos delitos se reducen a hurtos de frutsis.
Si la opinión pública denuncia la escalada de muertes de periodistas, él asume un falso tono paternal para recomendar a los colegas que se porten bien.
Si se alerta por el levantón de una periodista, el gobierno (es un decir) de Duarte no dudará en utilizar un documento oficial (un comunicado de prensa de la fiscalía) para mancillar la inocencia de la víctima. Esa reportera, finalmente, ha sido asesinada.
¿Y Duarte? Tan campante. Ayer lo protegió Felipe Calderón y hoy lo protege Enrique Peña Nieto. Si a Veracruz y a sus habitantes se los traga la vorágine criminal, si los ahoga una terrible administración estatal, eso al gobierno federal le importa un pepino.
Tan le importa poco que el lunes el presidente de la República visitó al gobernador, que no a los veracruzanos.
Para Peña Nieto fue más importante el oropel de una inauguración que mandar el mensaje de que él no podía estar junto a un mandatario cuya Policía secuestró y desapareció a cinco jóvenes un mes atrás.
Para Peña Nieto fue más importante hacer como que la realidad de la violencia en Veracruz no existe, y pisó tierra jarocha a las pocas horas del rapto de una periodista.
Para Peña Nieto es como si no existiera el desastre de Javier Duarte, pues el mexiquense pasa por alto reportes como el Índice Global de Impunidad México 2016, donde la entidad que tuvo la mala fortuna de caer en manos del heredero de Fidel Herrera aparece peor que la media nacional.
En ese informe, presentado la semana pasada, de Veracruz se dice, entre otras cosas, lo siguiente:
“Tiene un grado de impunidad de 4, es decir, el más alto de los cuatro niveles del índice y un grado arriba del promedio nacional (…). Los indicadores de impunidad, tanto en el sistema de justicia como el de seguridad, apuntan a valores negativos significativamente mayores a la media nacional”.
La Universidad de las Américas en Puebla, el Centro de Estudios sobre la Impunidad y Justicia y el Consejo Ciudadano de Seguridad y Justicia elaboraron este informe que evalúa 19 variables a partir de información estadística oficial.
En el caso veracruzano, el IGI-Mex 2016 destaca que encontraron una contradicción: Veracruz “excede notablemente el promedio nacional” en algunos indicadores sobre personal dedicado a funciones de seguridad pública, sin embargo el porcentaje de procesados por robo y homicidio versus averiguaciones previas por esos delitos presenta un rezago mayor que el indicador nacional.
“La impunidad alimenta la corrupción, acrecienta la inseguridad y genera más violencia”, dice el IGI-Mex 2016 en sus conclusiones. Altos niveles de impunidad, advierten los autores del reporte, hace posible “tener episodios de graves violaciones de derechos humanos”.
En el arranque de 2016, Javier Duarte puede presumir que Peña Nieto lo visita a pesar de que su Policía secuestre jóvenes y de que su fiscalía criminalice a una periodista raptada horas antes; a pesar de tener al estado hundido en la impunidad.
¿Qué le debía Calderón a Duarte que nunca lo tocó? ¿Qué le debe Peña Nieto que lo consiente? ¿Le debían impunidad? Buenos pagadores han resultado esos presidentes.
Twitter: @SalCamarena