El Papa condena el “irresponsable desgobierno de la economía mundial”

En su discurso ante la Asamblea General de la ONU, en la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible, también ha pedido «un mundo sin armas nucleares».

Por Juan vicente boo/ Abc

La quinta visita de un Papa a las Naciones Unidas ha marcado este viernes la puesta de largo mundial del «derecho del medio ambiente», proclamado por Francisco ante jefes de Estado, de gobierno, ministros y embajadores en representación de 193 países, reunidos para la 70 Asamblea General. El Santo Padre entró sonriente en la gran sala, donde fue recibido con una fuerte ovación en pie. El secretario general, Ban Ki Moon le saludó diciéndole en español «es un honor ser su anfitrión».

Siguiendo su estilo personal, antes de hablar con los poderosos, el Papa se había reunió con los empleados y funcionarios para agradecer con mucho afecto el trabajo de quienes forman «la espina dorsal de esta organización», es decir, «los operadores en el terreno, funcionarios, secretarias, traductores, personal de limpieza, cocineros, personal de mantenimiento y personal de seguridad».

En su extenso discurso a la Asamblea General, pronunciado en español, Francisco afirmó que «existe un verdadero ‘derecho del medio ambiente’, por un doble motivo». En primer lugar, porque «los seres humanos somos parte del ambiente, vivimos en comunión con él», y «cualquier daño al medio ambiente es un daño a la humanidad».

En segundo lugar, porque «cada una de las criaturas, especialmente las vivientes, tiene un valor en sí misma, de existencia, de vida, de belleza y de interdependencia con las demás criaturas».

El Papa, poco después de su llegada al edificio de Naciones Unidas.

El Papa presentaba una visión integradora entre el medio ambiente, las personas y todos los seres vivos, que incluía una preocupación especial por las personas más débiles.

Mensaje ambiental

En lugar de disyuntivas simplistas, el obispo de Roma proponía una visión unitaria. Exactamente la que Francisco de Asís manifestaba en su «Cantico de las Criaturas», inspiración y título de la encíclica «Laudato Si» («Alabado seas»), que ayer entraba por la puerta grande en la Asamblea de las naciones del planeta.

Pero el mensaje del Papa no era tan solo ecológico sino social, pues «el abuso y destrucción del ambiente van acompañados de un imparable proceso de exclusión de las personas», llevando a desechar en la práctica a «las más débiles y con menos habilidades».

En tono muy severo, el Papa afirmó que «la exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana». De hecho, precisamente la gravedad de estos desequilibrios le ha llevado a «tomar conciencia de mi grave responsabilidad», que ha ejercido en los debates para la elaboración de la «Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible», que será aprobada en esta Asamblea general.

La especie humana, en peligro

La «Agenda 2030» toma el relevo de los «Objetivos del Milenio», aprobados en el 2000 hacia el horizonte de 2015, que se han conseguido de modo incompleto pero, aun así, apreciable. El problema es que el volumen de emisiones industriales de gases y el ritmo de explotación de recursos naturales no son en absoluto sostenibles.

El Papa, en un momento de su discurso.


Por eso, los objetivos para los próximos 15 años son mucho más sociales y medioambientales, pues el calentamiento global es ya una espada de Damocles sobre el futuro del planeta. Según el Santo Padre, «la crisis ecológica, junto con la destrucción de buena parte de la biodiversidad, puede poner en peligro la existencia misma de la especie humana».

Francisco calificó los objetivos para 2030 como «una señal de esperanza» y, al mismo tiempo, manifestó su confianza en que «la Conferencia de París sobre Cambio Climático logre acuerdos fundamentales y eficaces» el próximo mes de diciembre.

Pasos concretos

Aun a riesgo de parecer reiterativo, el Papa insistió en pedir a los gobiernos «pasos concretos y medidas inmediatas para preservar y mejorar el medio ambiente natural y vencer cuanto antes el fenómeno de la exclusión social y económica».

Para Francisco ese problema no es un mero concepto sino que son personas, y por eso fue mencionando a las víctimas de «la trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado».

La lista dejaba sin aliento a todos, pero el Papa insistió en que todo esto destroza vidas humanas y los gobiernos no pueden limitarse a «un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha contra todos estos flagelos».

Pero, al mismo tiempo, les hablaba a unificar los valores pues «la defensa del ambiente y la lucha contra la exclusión exigen el reconocimiento de una ley moral inscrita en la propia naturaleza humana, que comprende la distinción natural entre hombre y mujer y el absoluto respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones».

Era un rechazo valiente y claro de las teorías de género, el aborto, la pena de muerte y las guerras, que los asistentes le agradecieron con un gran aplauso, como habían aplaudido antes su referencia al «derecho a la educación, también para las niñas, excluidas en algunas partes».

Igual que el jueves había presentado ante el Congreso americano un mensaje a contrapelo, Francisco ponía el viernes ante su propia responsabilidad a los gobiernos de las Naciones Unidas de un modo exigente pero a la vez humilde, e incluso amistoso en el tono sereno de su voz.

Desgobierno de la economía mundial

Algunas de sus palabras más fuerte fueron para denunciar “las nefastas consecuencias de un irresponsable desgobierno de la economía mundial, guiado solo por la ambición de lucro y de poder».

El Papa elogió el esfuerzo de los organismos creados dentro del sistema de Naciones Unidas «para afrontar las crisis económicas. Esto ayudará a limitar todo tipo de abusos y de usura sobre todo con los países en vías de desarrollo», de modo que se evite «una sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia».

Vista general de la Asamblea, en la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible.


Pero la gran responsabilidad fundacional de Naciones Unidas es favorecer la paz, y el Papa la recordó con una vigorosa invitación a «empeñarse por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el Tratado de No Proliferación en la letra y el espíritu hacia una total prohibición de esos instrumentos», cuya legitimidad rechaza enérgicamente la doctrina social de la Iglesia.

Francisco condenó «la tendencia siempre presente a la proliferación de armas, especialmente las de destrucción masiva como pueden ser las nucleares».

Por eso denunció que «una ética y un derecho basados en la amenaza de destrucción mutua, y posiblemente de toda la humanidad, son contradictorios y constituyen un fraude», que convertiría esta organización en unas «Naciones unidas por el miedo y la desconfianza».

Acuerdo nuclear

La situación mundial no permite divisiones, y el Pontífice argentino citó unos versos del poema del gaucho Martin Fierro: «Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera».

Refiriéndose a Irán, el Papa elogió «el reciente acuerdo sobre la cuestión nuclear en una región sensible de Asia y Oriente Medio» como «una prueba de las posibilidades de la buena voluntad política y del derecho, ejercidos con sinceridad, paciencia y constancia».

En cambio, lamentó los desastres causados por «intervenciones políticas y militares no coordinadas por los miembros de la comunidad internacional». Se refería implícitamente a las intervenciones en Irak, Siria y Libia, entre las más destructivas.

Entre las consecuencias del nuevo desorden mencionó la persecución de los cristianos «junto con otros grupos culturales o étnicos, incluso de parte de los miembros de la religión mayoritaria que no quieren dejarse envolver por el odio y la locura».

Francisco lamentó que hayan sido «obligados a ser testigos de la destrucción de sus lugares de culto, de su patrimonio cultural y religioso, de sus casas y haberes y han sido puestos en la disyuntiva de huir o de pagar con la propia vida o con la esclavitud».

El narcotráfico como guerra

El Papa se refirió a un tipo de guerra que no es política ni militar, pero produce los mismos estragos, con millones de víctimas, en muchos países. El narcotráfico «es una guerra asumida y pobremente combativa», que va acompañado de «trata de personas, lavado de activos, tráfico de armas, explotación infantil y otras formas de corrupción que ha penetrado los distintos niveles de la vida social, política, militar, artística y religiosa, generando, en muchos casos, una estructura paralela que pone en riesgo la credibilidad de nuestras instituciones».

A lo largo de un discurso interrumpido una y otra vez con aplausos, el Papa mencionó muchos problemas pero siempre en una línea positiva de espolear a darles soluciones concretas. En conjunto, su mensaje era estimulante y aportaba una nota de «civismo mundial» o «civismo planetario», que lleva a cuidar la «casa común» como la casa propia. Porque lo es.

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