El Obispo de Tuxpan dedica la homilía a los que tienen dolor y la miseria los agobia

“Vengan a mí los cansados y fatigados”

En el Evangelio de este domingo Jesús nos dice: “Vengan a mí los que se sienten cansados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré.

Jesús nos invita a acercarnos a él, cuando el dolor y la miseria nos agobian. A todos promete consuelo y alivio, él nos libera de las cargas que nos agobian. Sin embargo, San Agustín decía que las cargas más pesadas que abruman a los humanos son los pecados.

Jesús puede aliviarnos de nuestras cargas, de nuestros pecados; él nos ofrece permanentemente su perdón. En cada confesión Jesús nos libera y nos perdona. El sacramento de la reconciliación nos lleva a alcanzar paz interior, que sólo Dios nos puede dar y que es fundamental en nuestras vidas.

Jesús nos libera de nuestra carga y nos invita a compartir su yugo. Pero nos dice “Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y sus almas encontrarán alivio, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (Mt 11, 30)

Estas palabras del Señor son sumamente alentadoras y nos dan confianza, cuando la aflicción y el dolor se hacen presentes en nuestra vida. Cargar con el yugo de Jesús es seguirle y aprender de Él. El yugo de Jesús es una propuesta llevadera, que se abraza con amor y es fuente de verdadera alegría.

Libera de cargas pesadas y reclama sólo lo verdaderamente importante: la búsqueda de la justicia y la práctica del amor, al estilo del amor del Padre. Jesús cambia y nos invita a cambiar el yugo de la ley por el suave y liberador yugo de la Buena Noticia de la Salvación

San Agustín nos dice que el yugo que Jesús nos ofrece, no es un peso para quien lo lleva, sino alas para que podamos volar. La cruz que nos toca a cada uno, nos permite remontarnos a Dios.

En esta visión, las dificultades y los obstáculos normales que encontramos en la vida adquieren un sentido diferente.

Jesús nos dice “mi yugo es suave”. Cuando nuestro camino sigue las huellas de Jesús, es un camino de alegría, de esperanza, de paz, aunque estemos siempre cerca de la cruz.

Los cristianos, tenemos en nuestras vidas, como todos, momentos de dolor, de enfermedad, de preocupaciones. Pero cuando estamos junto a Cristo, nuestra cruz, se convierte en la cruz de él y, por tanto, las dificultades nos proyectan a Dios, se conviertan en oportunidad de crecimiento, de resurrección.

Tengamos confianza, porque el Señor no va a permitir que llegue a nosotros una carga que no podamos sobrellevar, acudiendo a Él en demanda de ayuda. Si alguna vez tropezamos con una contrariedad mayor, entonces Él nos dará mayor ayuda o gracia para llevarla.

+ Juan Navarro Castellanos

Obispo de Tuxpan

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