Nacido en una familia pobre de India, pasó por múltiples enfermedades graves que superó gracias al yoga, práctica que popularizó en Occidente.
Abc
Pocos en el mundo occidental conocerían la existencia del yoga si no fuera por BKS Iyengar. Considerado como el «padre» de esta disciplina, gracias a ella savó su vida de pequeño y su práctica le permitió alargar su historia hasta los 92 años. Tenía la teoría de que si todo el mundo hiciese yoga, no harían falta las farmacias y la esperanza de vida sería más alta. Este lunes habría cumplido 94 años.
Su vida no fue fácil. Mucho menos su infancia, con múltiples problemas que casi le cuestan la vida en varias ocasiones. BKS Iyengar nació en una familia pobre de India, en la localidad de Bellur, cuando todavía era colonia británica y en un momento en el que la población se encontraba inmersa en una epidemia de gripe, por lo que llegó enfermo al mundo y muy débil, lo que le provocó muchos problemas en los primeros años de vida.
Contrajo muchas enfermedades de gravedad. La malaria, la tuberculosis y la fiebre tifoidea, entre otras, hicieron mella en su cuerpo que se iba debilitando poco a poco. También su mente, ya que había perdido a su padre cuando tenía nueve años. Quizás era por eso por lo que cuando le preguntaban por la muerte le restaba importancia.
A raíz de quedarse huérfano, fue su cuñado el que se hizo cargo de BKS Iyengar. Se marchó a vivir con el conocido yogui Sri Tirumalai Krishnamacharya de Mysore, con el que aprendió la práctica de ásana y mejoró considerablemente su salud hasta el punto que casi se sobrepuso del todo.
Fue Krishnamacharya el gran artífice del éxito posterior de su cuñado. Fue él quien animó a BKS Iyengar a mudarse a Pune para enseñar yoga cuando no tenía ni 20 años. En una de las ciudades más grandes de India dedicó muchas horas a aprender las técnicas del arte de la meditación y experimentó con sus clases, en las que mezclaba su sabiduría, su disciplina y su carisma con la pasión por el yoga. Poco a poco fueron incorportándose más y más alumnos hasta convertirse en un gran maestro.
Viaje a Occidente
Las artes de BKS Iyengar se habrían quedado de buen seguro en India si no llega a ser por el violinista Yehudi Menuhin, que acabó convirtiéndose en uno de sus mejores amigos. El estadounidense había oído hablar del yogui y le invitó a Bombay en un viaje que realizó a India. Tuvieron una larga conversación de varias horas y le convenció de que tenía que exportar su técnica al mundo ocidental diciéndole que sus enseñanzas habían cambiado por completo su forma de tocar.
A partir de entonces se dedicó a viajar por Europa y América. Ofreció conferencias, clases y demostraciones, teniendo claro desde el principio que cualquiera podía practicar yoga. Entrenó a cientos de profesores, que todavía hoy transmiten con entusiasmo sus enseñanzas.
En 1966 publicó «Luz sobre el yoga», con el que abrió los ojos del mundo hacia el yoga y fue traducido a 17 idiomas. Pronto le siguieron otros títulos como «Luz sobre el Pranayama», «Luz sobre los Yoga Sutras de Patajali» hasta formar una lista de 14 libros.
A pesar de su éxito, nunca dejó India. De hecho, en 1975 abrió en Pune el Ramamani Iyengar Memorial Yoga Institute, en memoria de su esposa fallecida, del que se encargan su hija Geeta y su hijo Prashant, que se han ganado el reconocimiento internacional como maestros del yoga. Iyengar dejó en sus manos su legado, aunque nunca se apartó del todo de la meditación. En 2004 fue considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time y ha sido candidato al premio Nobel de la Paz.